Quise encarnar mis ansias de amor al viento;
Pero en mi vida nada se acerca ya a los olivos del
silencio;
Que tuviera yo un anhelo de volar como mariposa,
y que fuera como siempre el balsón de su nobleza.
Mientras llega, da al viento su exquisita elegancia y
Venus, desde el abismo me mira con su triste soledad;
la rosa pensativa de mística fragancia se abalanza en
su andar;
Y el alma dentro de mí reza porque un Dios llora.
Sobre el filo sin hongos pasa el viento de la noche y el
soneto del silencio se estremece al ver las estrellas desnudas
huyendo del sollozo
que cicatriza desolada.