viernes, 13 de septiembre de 2019

LXIX


Después de que el destino me ha
hundido en las congojas del averno,
alzando al cielo su clemencia imploro
para que venga a salvar mi alma
inerte ante la muerte.

Por mucho que ruego, la vida huye
inminente ante el tedio, y con hidrópico
anhelo evapora mis delirios de encanto
y frenesí; adiós aves blancas, ya siento
entre mis ramas crujir el huracán que
se arranca y vacila…y vuela y se va. 



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