La impaciencia absorbe las cenizas amargas de los que llegan
tarde, removiendo tumbas, lloviendo sobre sus ojos la desterrada luz del mundo
que carcome el alma de los pobres e inválidos, por eso marcharse a tientas
entre sí mismo es la mejor opción para avejentarse en el misterio de su
secreto. Y es que, en la pureza de los círculos concéntricos,
un ciego mira su alma interior, todos sabemos
que por su silencio existe, que por el canto angelical de su madre cohabita y que
en el nombre de los ángeles que pronuncian en voz baja, una flor se abre
atónita de dolor.
Carlotta de Borbonet©
Juli P. Lizcano Roa
INDICIOS 2019-20
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