Olvido Nº1
Es como sí
para llegar a la adolescencia tuviésemos que empujar una puerta de madera cuyas
bisagras chirriasen sobre el suelo laminado que brilló dulcemente mamá y que
ofrecen una fuerte resistencia u opresión. El adolescente emplea toda su
fuerza, atraviesa el umbral de lo desconocido, de lo impermanente, dolido por
lo que le sucede se aísla en su habitación donde es difícil contactar su
mirada, pues espera tras la penumbra negra trastornado y con temor, yerto de
dolor espera a que el tiempo les dé una respuesta a sus intensas emociones. Él
palpa alrededor suyo y no encuentra nada, una guitarra tal vez, libros de
Khalil Gibrán y Andrés Caicedo; muy lentamente sus ojos acaban acostumbrándose
a la oscuridad, aparecen entre las sombras sus manos contactando su rostro
mientras se limpia sus lágrimas, angustiado de la nada.
Mamá llama de
la quimera al adolescente que estaba en las profundidades del mar de la inexistencia,
este mal humorado sale de la cueva de su habitación y su madre se pregunta ¿Dónde
está uno cuando no está consigo mismo? Pero no importa, ya nada importa.
Juli P. Lizcano Roa
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