En la penumbra de mi existencia, la desesperación se alza como un silencio ensordecedor que carcome cada certeza, una sombra fiel que acompaña cada respiro. Se instala en los rincones de mi alma, donde las certezas antes florecían como testimonios de un orden ilusorio. Toda transición es un abismo cuando la base de la realidad se resquebraja, minando cualquier vestigio de seguridad que medre en el suelo baldío de la duda.
La incertidumbre, compañera clara de la desesperación, susurra promesas de futuros inciertos y vacíos. En su juego cruel, cada decisión se convierte en un salto al vacío, sin saber si encontrará el borde o será tragado por la nada. Así, se cierran las puertas de la mente, sellándose con miedos que son espejismos de lo que podría ser y nunca será, dejando una estela de ansias insatisfechas.
En este teatro de sombras, donde la razón se enfrenta a su propia futilidad, camino por el filo inclemente de la existencia. La esperanza se convierte en un eco lejano, desterrado por la implacable danza de pensamientos líquidos que empapan cada día con su esencia. Pero quizás, en el reconocimiento de esta desolación compartida, se encuentra una forma retorcida de paz: la aceptación de que en la duda y la desesperación, todos somos iguales, peregrinos en busca de una certeza que siempre se nos escapa.
Carlotta de Borbonet
Julie Lizcano
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