jueves, 31 de julio de 2025

BUCEANDO ENTRE LA NADA DEL SUBSUELO (2024-25)

 




¿Y SI YO FUERA NADIE?

Me detuve frente al espejo y no vi nada. No era un truco de la luz ni una trampa del sueño: sencillamente, no había nadie. Los bordes del reflejo eran tan reales como el frío que trepaba por mi espalda, pero el centro estaba hueco. Allí donde debía estar mi rostro, mis ojos, mi historia, no había más que un vacío tenue, como el silencio después de una explosión. Me pregunté entonces si alguna vez había sido alguien, o si siempre fui este hueco bien vestida, educada, útil… pero sin nombre. ¿Y si yo fuera Nadie?

Ser Nadie no es no existir, es existir sin peso. Es caminar por las calles con los pasos de otro, con las palabras de otro, con los miedos heredados como una maleta sin dueño. Ser Nadie es responder al llamado de un nombre que no duele, porque no pertenece. Es una forma de sobrevivir, quizá la más cobarde, quizá la más honesta. Porque el que es Nadie ya no necesita justificar su paso por el mundo. Su sola presencia no deja huella, y por tanto, no tiene deuda con el tiempo.

Pero hay una trampa: Nadie también siente. En lo profundo de su anonimato, bajo capas de neutralidad aprendida, hay un temblor. Un deseo secreto de ser descubierto, de ser mirado a los ojos y que alguien diga: “Ahí estás”. No por lo que haces, ni por lo que aparentas, sino por lo que callas. Nadie lleva dentro un grito que no sabe pronunciar, una infancia no contada, un amor que se rindió antes de empezar. Y eso, eso también es existir, aunque duela.

A veces creo que todos hemos sido Nadie alguna vez. En la noche callada, cuando la ciudad duerme y no queda más que enfrentarse al propio pensamiento, todos hemos sentido ese desgarro leve de no saber quién se es. Algunos lo niegan, otros lo escriben. Yo lo contemplo como quien observa una flor marchita en el fondo de un vaso: inútil, hermosa, inevitable. Tal vez ser Nadie es una estación, no un destino. Un espacio en blanco entre dos frases importantes.

Y, sin embargo, hay algo sagrado en ser Nadie. En no tener un molde que romper, en ser libre de la presión del ser. Tal vez ahí, en ese despojo, empieza la verdadera posibilidad de ser Alguien. Alguien que no se define por la mirada ajena, sino por la íntima decisión de existir con autenticidad. Y si hoy soy Nadie, entonces que el silencio me abrace. Porque desde el abismo también se puede nacer.


Carlotta de Borbonet

Julie Paola Lizcano Roa

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