“Hay que estudiar los métodos de alcanzar la felicidad,
porque, cuando la tenemos, lo tenemos todo, y cuando no la tenemos lo hacemos
todo para conseguirla.”
El siguiente ensayo girará en torno a responder la siguiente
pregunta: ¿Qué es la ataraxia o la felicidad para Epicuro y Aristóteles? Para
ello tomaré como referencia dos de los textos más importantes que constituyen la filosofía de
estos dos autores, como lo son sus concepciones físicas, canónicas y éticas: el primero es la Carta
a Meneceo y; el segundo texto es la Ética
a Nicómaco.
La felicidad, tomada desde Aristóteles y
Epicuro constituye la aplicación de la sabiduría a la vida, la cual fomenta el
despliegue de certezas, costumbres y virtudes que sustentan la experiencia de
una vida bienaventurada en torno al concepto del sabio (es decir, del filósofo).
Desde aquí se parte de la idea, que el bien y la felicidad son concebidos por
los seres humanos a imagen del tipo de vida propio de cada cual. Pero por un
lado, para Aristóteles los seres humanos tienden por naturaleza a la felicidad,
como perfección de la vida propia y estrictamente humana, que es la vida según
la razón. Así, la felicidad, está determinada esencialmente como una
continuidad y una sucesión de actos felices, es lo que sitúa y da sentido al
placer, la riqueza, el poder, etc. Sin embargo, el tema de la felicidad desde
Aristóteles también gira en torno a la política, donde se la vincula con la polis
cuyo tema lo trabajó en su texto la Política, donde resalta que el hombre
individual no se basta a sí mismo para alcanzar sus propios fines, ya que necesita
de los demás para ello, en torno a esto Aristóteles resalta que aunque la polis
surgió por causa de las necesidades del vivir, existe ahora para el bien vivir;
en este orden de ideas aquellos que son elegidos para ser felices son los hombres
libres que han sido capaces de integrarse a la ciudad, en conclusión la participación
en la vida de la ciudad, viene a ser una dimensión de la felicidad de gran
importancia para Aristóteles.
A
lo anterior se suma que, desde Aristóteles la felicidad (o la ataraxia) y el bien vivir tienen un papel en común, el cual
es alcanzar los diversos tipos de excelencia que son propios de cada uno de los
elementos constitutivos de la naturaleza se los seres humanos, las cuales son: la
excelencia del cuerpo, la excelencia del carácter y la excelencia de la
inteligencia (logos), en palabras de Aristóteles: “la felicidad es la actividad del alma virtuosa” (1219a). Aristóteles
sintetiza el camino de la felicidad desde los siguientes aspectos: 1) el acto propio
del hombre consiste en realizar actividades y obras que fortalezcan el alma en
relación con el principio racional (o el logos); 2) el acto de un hombre bueno
es hacer su propia obra; 3) dado que cada obra se realiza bien según la
perfección que le es propia, se sigue que el bien de la actividad del hombre es
el resultado de su realización según su perfección; 4) hay varias perfecciones,
según la mejor y más perfecta. A esta secuencia, Aristóteles agrega un elemento
fundamental para precisar la esencial de la felicidad y es que todo esto, hace
que la vida sea completa. En definitiva, la felicidad solamente puede
cultivarse allí donde hoy el hombre es libre.
La felicidad según Epicuro, consiste en la
serenidad que resulta del dominio del miedo, en torno a los dioses, a la muerte,
al dolor y la vida futura; en palabras de Epicuro:
“El
recto conocimiento de que la muerte nada es para nosotros hace dichosa la
mortalidad de la vida, no porque añada un tiempo infinito, sino porque elimina
el ansia de inmortalidad. Nada temible, en efecto, hay en el vivir para quien
ha comprendido que nada temible hay en el no vivir.”
En este orden de ideas, el pensamiento de
Epicuro guarda estrecha relación en torno al pensamiento de Aristóteles,
incluso Epicuro también proyecta un ideal de sabiduría práctica y una
insistente vocación por la libertad, la felicidad entonces es el resultado de
un constancia práctica, de seguir unas reglas cotidianas de vida acordes con el
orden de la naturaleza, las cuales serán la base para fundamentar una teoría
del conocimiento. Así la filosofía como el puente que nos con la felicidad, debe
estar basada en la autonomía y en la tranquilidad del ánimo o ataraxia, la
filosofía entonces es una actividad que cualquier persona, independientemente
de sus características (edad, condición social, etc.) puede y debe realizar. Por esta razón la felicidad más allá de una noción
abstracta a la que se llega de manera trascendente como la proponen Platón o Aristóteles,
constituye un punto de partida para los hombres, ya que la felicidad no
es algo que se alcance sino que se experimenta y se vive.
Sin el peso de un pasado que no se puede
cambiar, ni la opresión de un futuro que no se puede conocer, el hombre libre debe
vivir el presente, sin otra razón que la de vivirlo y ser consciente de ello. Por
otro lado Epicuro sostiene que aunque el placer es un bien y el dolor un mal,
no es inteligente elegir siempre el placer y rechazar siempre el dolor, ya que
lo que debemos haces es rechazar los placeres a los que le siguen sufrimientos
mayores y aceptar dolores cuando se siguen de ello placeres mayores. Antes de
obrar hay que pensar cuidadosamente el placer o el dolor que se seguirá de ello
y establecer un balance entre el placer y el dolor que estas puedan llegar a
provocar. Sin embargo, no hay que renunciar a los placeres corporales sino
ordenarlos y administrarlos de cara al bienestar físico y espiritual. La razón
para Epicuro, definitivamente representa un papel decisivo en lo que atañe a la
felicidad, ya que esta nos permite alcanzar el estado de total sosiego
(ataraxia), de absoluta imperturbabilidad y ante todo nos da libertad ante las
pasiones, los afectos y los apetitos. El sabio para Epicuro alcanza la vida
buena y feliz gracias a esta autonomía frente al dolor y los bienes exteriores,
a los amigos con los que convive y a su aislamiento respecto a la vida social.
Finalmente quiero terminar con estas palabras
de Epicuro que hacen parte de su texto “Carta a Meneceo” que ilustra de una
forma bella lo que es el trabajo del filósofo, que no gira en torno a solo
buscar conocimiento, sino también ir en busca de esa felicidad coartada por una
sociedad materialista:
“Que
ninguno por ser joven vacile en filosofar, ni por llegar a la vejez se canse de
filosofar. Pues no hay nadie demasiado prematuro ni demasiado retrasado en lo
que concierne a la salud de su alma. El que dice que el tiempo de filosofar no
le ha llegado o le ha pasado ya es semejante al que dice que todavía no le ha
llegado o que ya ha pasado el tiempo para la felicidad. Así que deben filosofar
tanto el joven como el viejo; éste para que, en su vejez, rejuvenezca en los
bienes por la alegría de lo vivido; aquél, para que sea joven y viejo al mismo
tiempo por su intrepidez frente al futuro. Es, pues, preciso que nos
ejercitemos en aquello que produce la felicidad, si es cierto que, cuando la
poseemos, lo tenemos todo y cuando nos falta, lo hacemos todo por tenerla”.
REFERENCIAS
Aristóteles. Política, I, II, 1.253a 15-17.
Aristóteles. Ética a Nicómaco, I, VII, 1.098a
1-3.
Aristóteles. Ética eudemia, II, 1. 1219a 28-35.
Epicuro, Carta a Meneceo.