Esta semana he devorado tres libros de autores que
simplemente merecen ovación, y lo digo en todo el sentido de la palabra no solo
por el hecho de admirar a ciertos hombres como Milán Kundera, quien es uno de
los literatos vivos que nos hace soñar con sus letras, de esos escritores que
se dan el derecho de confrontar nuestra propia existencia y además (¿cómo no
nombrarlo?) fue postulado meses atrás, para recibir el premio Nobel de
Literatura de este año; a Gabo como el hombre que nos hace sentir orgullosos de
un país que cada día ama más su propia destrucción que las bibliotecas nuevas
que construyen en los pueblos y sus alrededores; y Caicedo, que a pesar de su
muerte prematura, sigue inspirando a jóvenes artistas para que nos encarguemos
ante cualquier pronóstico de dejar obra.
Quiero decir que no soy experta en crítica literaria, ni
de sus derivados (ni me interesa hacerlo). Solo soy una amante empedernida de
la escritura y la lectura que nació entre libros, que vive dentro de ellos y
que de vez en cuando intenta salir para mostrarle al mundo mi "recta"
cordura, que por desgracia es tan solo un espejismo de lo que mi mente hace y
deshace cada día. Pero volviendo al objetivo de este texto, ¿cómo no recomendar
estos libros a esos lectores que comparten esta misma pasión por los libros, cuando
lo que podemos hacer es hablar de vez en cuando de ellos, especialmente de esos
que toman nuestro tiempo y nos devoran a rebanadas?; ¿por qué no hacerles una
ofrenda del tipo "cierre de duelo", como dirían los que se hacen
llamar psicólogos, con el fin de dejarlos ir a ver si se les da la gana de
salirse por nuestros ojos y así poder empezar a leer los siguientes libros que
esperan en nuestros armarios y que tememos que se llenen de moho después de
haber ahorrado meses por ellos? al fin y al cabo, el trabajo del escritor es
ardua y a veces poco valorada, Manuel Vincent decía: "Escribir casi entra dentro del placer masoquista".
Para no hacer más largo este texto, recomiendo los textos
anteriormente nombrados a aquellos que tengan en mente que una pastilla suicida
sí puede existir, Kundera para eso tiene la solución para sus frenéticos
problemas en su libro "La despedida"; si les gusta guardar secretos y
además les llama la atención la intriga también se los recomiendo, y para los
que odian decir "adiós" a aquellos que más queremos y no saben cómo
hacerlo, Kundera tiene la receta perfecta para dichos desprendimientos, sin
tener que ir a pagarle a un psicoanalista y resulte diciéndole (como siempre)
que no ha superado su complejo de Edipo, o algo parecido. A mis amigos de esta
patria querida que tienen plata para salir del país y que irónicamente no
conocen ni la quinta parte del suyo, les recomiendo que lean a Gabo, "Las
cartas de la mamá Grande" es una obra que los hará acalorarse hasta la
deshidratación recorriendo esos pueblos bananeros que los atraparán y les aseguro
que no se aguantarán las ganas de que el próximo festivo hagan planes de irse
por esos lares. Y finalmente, Andresito (como le decimos con cariño) su libro
"El cuento de mi vida" es para aquellos fans frenéticos que desean
conocer a profundidad este joven adicto al Valium, a los alucinógenos y a la
marihuana que no dejó de escribir hasta
el día de su muerte y con tan solo 25
años de edad nos ha marcado la vida, deseando desesperadamente que aun
estuviese vivo. No voy a hacerles
resumen alguno (ya tenemos Wikipedia), y además no voy a alcahuetear la pereza
de nuestro pueblo, como dirían por ahí: “hay que leer”.
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Gracias por leerme :)