Se quiebran los recuerdos, y el sol alumbra el desierto desolado de su alma mientras huyen las nubes tras los vientos que deshacen las montañas; solo queda decir adiós a las águilas que mueren bajo la lluvia ácida del dolor y el desespero. ¿Quién les dará refugio cuando sus alas se empiecen a quebrar ante su eminente inexistencia? que Dios se apiade de sus almas cuando el regreso improvisto del infierno cubra la tierra con un manta de desasosiego; no habrá entonces salida, y su única opción será el suicidio para los valientes y el asesinato para los cobardes.
Carlotta De Borbonet ©
Julie Lizcano Roa
Julie Lizcano Roa
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