Si me pongo a reflexionar sobre mí misma y desde qué momento me deje a
un lado, podría decir que aproximadamente hace cuatro años deje de dibujarme en
mi mente y en mis sentimientos el deseo del tiempo. Puedo presentir que el día
en que aquello ocurrió fue cuando de repente dejé de amar la vida y valorarla,
y el problema de ello fue cuando puse toda mi vida en una persona, cuando creía
que el amor era infinito e inagotable, y entonces me di cuenta que el amor se acaba,
que el amor también se extirpa, que el amor también se agota y que
inesperadamente se pierde. Entonces fue allí donde comencé a vivir en un pasado
perpetuo que aún no termina y un presente inexistente.
Retomar hoy el futuro, es como pedirle a mi alma que tan solo por un
instante se deje “vislumbrar”; alguna vez pensé, que si iba a escribir sobre mí
misma era porque había encontrado en la vida las respuestas que necesitaba para
seguir existiendo, sin embargo han pasado diez años y lo que sólo tengo son más
preguntas para resolver, además de eso, se suma el miedo y la vergüenza de la
existencia, pero hoy hago una súplica al cielo y le pido a mi alma que me
regale un espacio, tan solo un poco de espacio para escribirle a este tiempo,
que muchos desean que llegue, porque es en el futuro donde el sol siempre sale
sobre el horizonte, o esa luna llena de hermoso brillo que aparece para guiar
el andar de aquellos vespertinos que recorren el mundo bajo su sombra.
Quiero atreverme a pensar que el futuro es un presente tardío, el cual
pocos logramos disfrutar, el futuro es como el puente que divide la vida y que
renueva el oxígeno de los ya fatigados, es el bastón que encuentra todo aquel
quien decida seguir su recorrido, temiendo siempre a que otros tiempos se inmiscuyan
para que de alguna forma caiga de rodillas ante la muerte, que siempre espera
ansiosa de aquellos ancianos atormentados y reumáticos que cargan en sus
espaldas las jorobas de la desdicha y de las culpas del pasado y que van
pasando por el tiempo recordándole al mundo sus faltas, reavivando sus rencores
y orinando en la puerta del futuro.
El tiempo es como un cielo y un infierno, los cuales todo ser humano
carga con ahínco y otros con castigo, yo no culpo al tiempo, pero sé que
mi joven futuro se encuentra afligido y lo
he alimentado durante muchos años por mis inseguridades y predisposiciones, mi
futuro ha crecido tan inseguro y tembloroso que apenas puede caminar o hablar
por sí mismo. Ya le había visto. De vez en cuando se escondía entre los arbustos
y afuera sentado al frente de mi habitación, y con sus piedras ha quebrado en
varias ocasiones los vidrios de mis ventanas, gritando insultos balbuceados y
luego huía torpemente por las calles de la ciudad. Sé también que no soy amiga
del tiempo, soy enemiga del pasado y estamos en proceso de reconciliación,
entonces el futuro es como mirar un túnel donde se es imposible vislumbrar las
luces de los trenes que desde hace mucho no llegan a la estación, sin embargo
si de aquí a un año, cinco años, veinte años se atreviese a pasar alguno por
acá, no duraría en subirme al primer vagón, para empezar allí otra historia
personal, podría entonces ver en mi rostro la satisfacción de aquel que
reconoce cuando un instante es perfecto, de aquel que se impregna de la
inmensidad que se desborda ante ella y la deja entrar para que esta la
transforme. Entonces quizás llegue el momento en que despojada de culpas me
levante, y por primera vez camine libre hacia el firmamento, inmune a cualquier
causa o efecto.
En ese tren que abordaría, recorrería el
mundo a través de mis letras, aprovecharía entonces para conocer esos lugares
que ahora solo contemplo en la TV, en uno que otro libro o en algún cuento de
los cuales ya he escrito, no cabría duda de que escribiría el pasar del tiempo,
dedicaría mis letras a la psicología, la filosofía y la literatura. Viajaría si
es posible, a todos los rincones del mundo donde pueda difundir mis
conocimientos, llenaría mi vida de poesía y la compartiría con todos aquellos
que quieran escuchar y aprender a través de mis versos. Dedicaría mi tiempo al
aprendizaje constante, a la lectura, y al arte contemporáneo. Desearía
entonces, sentarme bajo la sombra de un sicomoro y escribir algunos versos
dedicados al amor y a la vida. Aprovecharía de ese viaje para contemplar la
vejez de mis padres y lo que estos tengan que aportarme, degustarlo tanto que
en su lecho de muerte no tenga nada sobre qué arrepentirme. Aprovecharía del
futuro para entregarme en cuerpo y alma al amor, recorrería el tren en búsqueda
o compañía de ese alguien que quiera dibujar nuestra historia en pergamino, sin
temores, ni prejuicios, amándonos en libertad, y si las circunstancias desean
que nos apartemos, que seamos capaces de poder abandonarnos sin el látigo del
castigo y el odio por habernos separado. Aprovecharía mi vida para abrirle la
ventana a la vejez y aceptaría sin condiciones la llegada del fin de mis días,
aceptando ese presente tardío donde pueda decir: “Ahora veo, existo,
muero y disfruto aquí, en cada aliento. No hay gritos ni rencores
en mi puerta, jorobas ni muletas; y mis ventanas están abiertas,
dispuestas a los juegos de las hojas que las corrientes arrastran hasta mi
hogar. Ya no me adelanto a mis pasos, ni doy importancia a mis huellas.
Mi boca ríe, saborea las palabras, los frutos y la lluvia que desciende por mi
frente con la misma intensidad. Y las nubes llameantes que pasan sobre mi casa
regalan a mis ojos su belleza. Ahora soy presente latente en todo momento, y la
importancia está en todo, porque todo es importante. La vida es viviendo, y
estoy aquí, atenta a su danza, apoderándome de cada instante.”
Aprovecharía finalmente, mi instancia en ese tren como una forma de
merecimiento, de oportunidad, de darme la opción de seguir adelante, sin
finales ociosos o cortantes, sino con la opción que da el tiempo de vivir
infinitamente, inmersa en la posibilidad, pues al fin y al cabo el tiempo no
tiene final.
Carlotta de Borbonet
Juli P. Lizcano Roa
INDICIOS 2019-20