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La vida
es muy corta y debemos aprender a expresar lo que sentimos. Por eso está noche
cuando me vea con Eva en Chapinero le diré que la amo, que no puedo vivir sin
ella, que mi mundo se derrumba cuando ella no está. Quisiera decirle: Que no
deje en las manos del destino su propia felicidad, que no se reproche sus
errores si ha aprendido una buena lección de ellos, que debe perdonar su pasado
porque sé que ella se merece otra oportunidad y quiero que se comprometa a ser
ella, a ser libre y a no quedarse donde no cabe y a donde no se le pule mejor
su camino. También que sé que hay días difíciles, que hay días en los que ha
luchado demasiado y que no tiene sentido continuar. Que esos días le saben a
desánimo de los lunes, al sin sabor de los martes. Que tengo muy claro que hay
días en que la tristeza es tan profunda que todo le duele. Y que ese dolor
parece un pasajero que no se quiere bajar del bus de las emociones. Si ella tan
solo supiera que yo a veces también me siento así y que le apuesto todo lo que
quiera a que no somos los únicos. Pero hoy 6 de agosto no tiene que ser así.
Beberemos café, le narrare un poema y le leeré un libro pendiente que nos hará
sacar un par de sonrisas. Ella es fuerte, es valiente y este no será el final,
porque al final todo estará mejor que ahora.
Horas más tardes…escribí esto
después de haberme visto con Eva: (1:05 am, 7 de agosto)
Llegué de
noche mientras Eva
se vestía de
rojo carmín, allí estaba
su silueta
reposando sobre cimientos
a imagen y
semejanza de las flores
amarillas que
se posaban justo detrás
de su jardín.
Sus labios carnosos,
cubiertos de
labial rojo, producían un
olor a frutas
con fresa, y me dieron
ganas de
besarle hasta la respiración.
Pero ella era
Eva, una chica hermosa,
elegante, que
no se iba a fijar en un tipo
como yo, que
lo único que sabe hacer
es abrirle y
cerrarle las puertas de su
coche cada
vez que desea salir a dar
una vuelta,
para luego terminar entre-
piernada con
hombres que solo desean
"esa"
parte de ella, y que todos sabemos
con exactitud
qué es. Y por eso al final
de la noche,
termino odiando a Eva
un poco más.
Luego, yo termino en mí
habitación
tomándome un trago amargo
de solo
pensar que ella no está conmigo;
si supiera
que escribo poesía, le escribiría
uno cada día
para recordarle el color azul
que tienen
sus ojos, y lo linda que camina
cuando se
pone esos altos tacones negros
que le lucen
con su collar de perlas blancas.
Cómo desearía
acariciarle su rostro y decirle
que su mirada
tiene un toque de tristeza de
infancia, que
su vacío se pronuncia justo en
el tono de su
voz y que odia la vida porque
creo entender
cuando ella desea llorar y
se toca el
pecho como si tuviera un grito
ajustado
debajo de la garganta. Y lo único
que puedo
hacer yo para consolarla, es
intentar cada
vez que ella me necesite
abrirle y
cerrarle la puerta con toda
la elegancia
y el cariño que ella
se merece.
Pues todos sabemos
que la poesía
no es suficiente
para salir de
la miseria.
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Gracias por leerme :)