sábado, 21 de junio de 2025

BUCEANDO ENTRE LA NADA DEL SUBSUELO (2024-25)

 



Si un Dios ha hecho ese mundo, yo no quisiera ser ese Dios.

La miseria del mundo me desgarraría el corazón.

(Arthur Schopenhauer)

 

Yo siempre he pensado que no pertenezco a este mundo, que no soy como los demás (y que considero tengo más defectos que virtudes), es como vivir con un nudo atado en la garganta, y así con todo y ello, me he ido autodestruyendo de tal forma que a mis treinta y pico años siento que ya no tengo nada que aportarle a este mundo. La vida, creo yo, es tan miserable e insignificante que cualquier esfuerzo que hagamos terminará indudablemente con la muerte. Incluso si el ser humano se le fuese dado el poder de la infinitud (infinitum), está sería tan rígida e inmutable que a su inteligencia le parecería un camino tan monótono y le inspiraría un disgusto tan grande, que para verse libre de ella concluiría por preferir la nada o el mismísimo absurdo. Pues es evidente que el ser humano de hoy, con la inmediatez a la que hemos sido llevados por la era tecnológica, no sería feliz en ningún mundo donde este sea colocado, ya que este mismo se encargaría de caer en las miserias, tormentos y hasta sus propios sufrimientos. 

La vida es un ensueño…esta vida franca y abierta que se expresa en los azares de los hombres y mujeres que se resisten como organismos a la muerte, que exponen a sus hijos a los riesgos de los crepúsculos de un mundo que nunca estuvo preparado para ellos. Pero, respecto a esta perorata de palabras (que para muchos no tienen ni tendrán tal vez, ningún fundamento) me pregunto: ¿Dónde está esa nada, cuyo abismo temo? Antes de responder a dicha pregunta…Quisiera dedicar un instante en reflexionar sobre dos hipótesis: “Y si el deber del ser humano no es sufrir”; “Que quizás, nuestra existencia no tiene como fin inmediato el dolor porque tal vez sería absurdo admitir que la miseria que nos acompaña desde nuestro nacimiento es inherente y que quizás solo sea una coincidencia, un accidente al azar y así mismo, no su misma finalidad” … Pero… pensándolo bien estas hipótesis serían más utopía que realidad.

Regresando a la pregunta que elabore anteriormente quiero responder de la siguiente manera:

Al advertir la vida de los seres humanos en este mundo, es evidente que cualquier insignificancia ya nos produce un malestar y un sosiego que a muchos les causa una profunda depresión, parece ser que la desdicha es la regla general de nuestra existencia…incluso la más leve alegría nos genera culpa y vergüenza, como si de alguna forma no la mereciéramos por el simple hecho de ser lo que somos. No apreciamos, ni valoramos lo más insignificante, pues vivimos sometidos a preocupaciones absurdas que hoy son la pandemia del mundo emocional. Todo aquello que consideramos que está bien, que nos genera felicidad, toda esa satisfacción que sentimos allí en la punta de nuestro ombligo… en la diástole y sístole de nuestro corazón, de alguna forma tiene algo negativo, porque suprime de una vez ese deseo y finalmente caemos en la penumbra de la negatividad. Añado a esto, que definitivamente puedo decir que nuestras alegrías están muy por debajo de nuestras esperanzas.

Muchos dicen que, para aminorar nuestro dolor, debemos compararlo con aquellos que son más desventurados; como por ejemplo aquellos que están viviendo alguna enfermedad terminal, persecuciones, ruinas, guerras, hambrunas, mutilaciones, desplazamientos. Pero la vida del ser humano actual y obviamente el que nos ha presentado la historia, ha sido siempre estar en constante combate (sea consigo mismo o con los demás), la vida es una guerra sin tregua.

Pero, si el barco en ocasiones, ha aprendido a navegar sin viento…la vida con sus tormentos, penas y miserias necesita esto como lastre para tenerse a plomo y por lo menos intentar navegar derecho. Pero no hay que perder la cabeza mirando la finitud de la nada que nos presenta el mar, ya que la vida es una tarea que hay que ir realizando paso a paso…evidentemente el mundo es un infierno, pero saberlo no genera ningún consuelo, aunque nos turbemos en optimismos o logremos la beatitud llamada Nirvana, las fatalidades están a una vuelta de la esquina…por más que nuestro mundo haya sido creado por un ser divino, sabio, bueno y poderoso, hay aquí una antinomia aún sin resolver.

Continuando mi reflexión, es cierto que en el mundo existen innumerables sufrimientos, y entendiendo esto en el sentido metafísico, existe una culpa per se que indudablemente está originada en la religiosidad de la humanidad y que de alguna forma nos pone un velo alegórico, es como si constantemente estuviésemos viviendo en penitencia. Pues algunas religiones lastimosamente consideran que la existencia es una falta, o una especie de caída. En conclusión, los ser humanos, llevamos en este mundo la pena de nuestra existencia y cada uno debemos “arreglárnosla como podamos” y esto a veces nos lleva a ponernos en el lugar del otro y expresarnos de manera justa ya que nos recuerda la necesidad de ser tolerantes, de ser pacientes, de ser quizás indulgentes, y de intentar amar al prójimo (aunque siempre sintamos que somos deudores de algo).

Algunos filósofos consideran que los primeros años de vida, estamos menos preocupados por las miserias del mundo…pero en mi caso, desde muy pequeña me ha abordado una sensibilidad casi absurda, que hasta ver llover generaba en mí una profunda y silenciosa melancolía, ir al mar era como si me invadiera la sensación de que somos tan insignificantes en este mundo, que solo al plasmarlo en forma de poesía podía de alguna forma alivianar esa sensación que me calaba en lo profundo de mi alma. Toda mi vida ha estado dominada por un absurdo sentimiento de temor, porque desde mis cortos 4 años me di cuenta que la felicidad solo era una quimera, y que sólo el sufrimiento es real. Considero que mi espíritu siempre ha sido sensato y que lo más vivos goces aspiran a la tristeza, a un cierto estado de vulnerabilidad (que de alguna forma me genera cierta vergüenza) …sin embargo, este mismo ruido que generó en mí un profundo dolor por la vida despertó en mí el sentimiento de la muerte y finalmente a mis quince años concluí, que tarde o temprano: ¡Sucederá!

Por ello creo, que a lo que me atañe ese miedo a la Nada, hace parte de una historia recorrida que no es más que una serie no interrumpida de reveses y desgracias, que intento ocultar y callar. Pues en la felicidad siempre ha de proyectarse una sombra, y el porvenir es tan incierto que desde lo físico caminar hacia adelante implica una caída, una muerte aplazada, un tedio combatido, una competencia sin tregua, una actividad impuesta con una extremada tensión de todas las fuerzas del cuerpo y del espíritu; tanto esfuerzo, de alguna forma nos mantiene en una miseria resistible, en una relativa ausencia de dolor (como una especie de placebo de la felicidad), una metamorfosis que nos ayuda a aligerar las cargas, a huir del hastío, matar el tiempo, y finalmente liberarnos de la miseria moral, religiosa y material.

 

Julie Lizcano

Carlotta de Borbonet

 Libro: Buceando entre la Nada del subsuelo – Capitulo 19. (2024-25)


BUCEANDO ENTRE LA NADA DEL SUBSUELO (2024-25)




 En la penumbra de mi existencia, la desesperación se alza como un silencio ensordecedor que carcome cada certeza, una sombra fiel que acompaña cada respiro. Se instala en los rincones de mi alma, donde las certezas antes florecían como testimonios de un orden ilusorio. Toda transición es un abismo cuando la base de la realidad se resquebraja, minando cualquier vestigio de seguridad que medre en el suelo baldío de la duda.

La incertidumbre, compañera clara de la desesperación, susurra promesas de futuros inciertos y vacíos. En su juego cruel, cada decisión se convierte en un salto al vacío, sin saber si encontrará el borde o será tragado por la nada. Así, se cierran las puertas de la mente, sellándose con miedos que son espejismos de lo que podría ser y nunca será, dejando una estela de ansias insatisfechas.

En este teatro de sombras, donde la razón se enfrenta a su propia futilidad, camino por el filo inclemente de la existencia. La esperanza se convierte en un eco lejano, desterrado por la implacable danza de pensamientos líquidos que empapan cada día con su esencia. Pero quizás, en el reconocimiento de esta desolación compartida, se encuentra una forma retorcida de paz: la aceptación de que en la duda y la desesperación, todos somos iguales, peregrinos en busca de una certeza que siempre se nos escapa.


Carlotta de Borbonet

Julie Lizcano


viernes, 13 de junio de 2025

 



No me da igual tu ausencia, fuiste un antes y un después en mi corta existencia, una eternidad corta pero sustanciosa. Desde ahora voy a dejar de escribirte, así de simple. Ya no quiero más peleas, ni más reproches, ni más reclamos. Que esto se acabe en un ya profundo y cortante. Te extrañaré mucho, pero prefiero la soledad a tu inmensa antipatía. 


Carlotta de Borbonet©

Juli P. Lizcano Roa