Esta
madrugada mientras me fumaba un cigarrillo, me (dieron) ganas de ser heroína,
para percibir la voz alucinada del muerto que llevo en mi interior, de aliento
confuso, de lágrimas secas, de playas sin mar y de inviernos sin lluvia. Y no
hacía falta siquiera una pluma o un teclado, tan solo observar el mundo y
escribir en el aire los gestos y las hojas, las sombras y el color, la soledad
de lo desconocido o la respiración desde dentro; ojos, risa lejana, zapatos y
arrugas. Sacrificando así la vida, el amor, la libertad, y el gozo, ocultando
el alma de los hechos vacíos con recipientes de sentimientos que no llenan,
separando la felicidad de lo absurdo, dejando a la deriva la escritura de la
noche, desnuda, entre fríos desapasionados.
Suelo
dibujar poemas en el aire, disimular el insomnio, y escribir cartas de amor
para ocultar mi soledad. Suelo cerrar los ojos apartando mi mente de los
sentimientos, y aislándome en la compañía de las voces incesantes de mi cabeza.
Suelo escuchar música a todo volumen para evitar olvidar el recuerdo de tus
labios recorrer mi cuerpo. Suelo leer poesía para recordar que mi locura hace
parte de ser poeta. Suelo escribir letras y palabras sin sentido para darle
cuerda a mi existencia. Suelo escribirle a la vida, para darme cuenta que
detrás de mí viene la muerte. Suelo hablar del amor a la vida, para no gritarle
al mundo lo sola que me siento. Suelo escribir sobre el sol y cómo la luna
alumbra mi ser, y así no hacer evidente el frio que carcome mi alma cada vez
que ellas se ocultan. Suelo reír en compañía, para darle ánimo a mi vida. Quiero
entonces, cerrar los ojos para nunca despertar, para olvidar mi nombre, para
detener el tiempo, para murmurarle al silencio cuánto lo quiero, para abrazar
la brizna que la soledad ha dejado a mis espaldas, para ver mi existencia en
fantasía, para oír lo que siempre he querido entender, para hacerle el amor a
su silueta, para despedir mi memoria, para convertirme en nube sin fronteras,
para escribirle versos a los dioses, para soñar con las huellas de sus labios,
para derribar los muros del desasosiego, para llegar a los 80 y saber que fui
capaz de superar mi existencia juvenil, para ser la ola de su amparo, para ver
que transforme la poesía y que pude acceder a otro mundo más allá de este mundo
de porquería. Quiero cerrar los ojos porque es tiempo de abrir las alas para
volar. Porque es cierto que no retornaremos, leeremos y se escribirán libros
que hablarán de nosotros y de nuestras aventuras, llegaremos a la vejez solo
para contarle al mundo, que el amor perenne si existe y que vivir en la cima de
una montaña sin pensar en que hay más colinas por recorrer como lo decía
Mandela también es posible, y por eso se escribe, como lo decía Benedetti, se
escribe para contar la vida, se escribe porque el alma necesita de las
historias, de los versos, de versos que agudicen nuestros sentidos. Se escribe
porque las palabras nos dan el oxígeno que necesitamos cada día para respirar.
Se escribe porque no nos sirve cerrar los ojos cada día simplemente para
olvidar. Se escribe porque necesitamos aprender a morir en silencio. Se escribe
para encontrarnos en lo perdido, en lo vago, en la nada y así poder levantarnos
cada vez que nuestro cuerpo no puede aguantar más el deterioro del tiempo. Se
escribe para huir del miedo, de la soledad, del insomnio, de las voces incesantes
que no callan. Se escribe para orarle a dios y exaltar en ella nuestras tristes
plegarias. Se escribe porque estamos envejeciendo en el apuro del tiempo. Se
escribe porque ya no nos queda nada más qué hacer en un mundo que nos absorbe
por pedazos. Pero ante todo, se escribe para aprender a ser felices aunque nos
cueste la vida, y todas las letras del mundo.
mi conquista ahora, es el cielo sin
nubes, la
belleza sin tristezas, lo desconocido
sin miedos,
la multitud en soledad, y el deleite de
la
vida, sin muerte.
Carlotta De Borbonet ©