sábado, 13 de septiembre de 2014

RELATO DE UNA JOVEN EN LA POSMODERNIDAD



Esta madrugada mientras me fumaba un cigarrillo, me (dieron) ganas de ser heroína, para percibir la voz alucinada del muerto que llevo en mi interior, de aliento confuso, de lágrimas secas, de playas sin mar y de inviernos sin lluvia. Y no hacía falta siquiera una pluma o un teclado, tan solo observar el mundo y escribir en el aire los gestos y las hojas, las sombras y el color, la soledad de lo desconocido o la respiración desde dentro; ojos, risa lejana, zapatos y arrugas. Sacrificando así la vida, el amor, la libertad, y el gozo, ocultando el alma de los hechos vacíos con recipientes de sentimientos que no llenan, separando la felicidad de lo absurdo, dejando a la deriva la escritura de la noche, desnuda, entre fríos desapasionados.
Suelo dibujar poemas en el aire, disimular el insomnio, y escribir cartas de amor para ocultar mi soledad. Suelo cerrar los ojos apartando mi mente de los sentimientos, y aislándome en la compañía de las voces incesantes de mi cabeza. Suelo escuchar música a todo volumen para evitar olvidar el recuerdo de tus labios recorrer mi cuerpo. Suelo leer poesía para recordar que mi locura hace parte de ser poeta. Suelo escribir letras y palabras sin sentido para darle cuerda a mi existencia. Suelo escribirle a la vida, para darme cuenta que detrás de mí viene la muerte. Suelo hablar del amor a la vida, para no gritarle al mundo lo sola que me siento. Suelo escribir sobre el sol y cómo la luna alumbra mi ser, y así no hacer evidente el frio que carcome mi alma cada vez que ellas se ocultan. Suelo reír en compañía, para darle ánimo a mi vida. Quiero entonces, cerrar los ojos para nunca despertar, para olvidar mi nombre, para detener el tiempo, para murmurarle al silencio cuánto lo quiero, para abrazar la brizna que la soledad ha dejado a mis espaldas, para ver mi existencia en fantasía, para oír lo que siempre he querido entender, para hacerle el amor a su silueta, para despedir mi memoria, para convertirme en nube sin fronteras, para escribirle versos a los dioses, para soñar con las huellas de sus labios, para derribar los muros del desasosiego, para llegar a los 80 y saber que fui capaz de superar mi existencia juvenil, para ser la ola de su amparo, para ver que transforme la poesía y que pude acceder a otro mundo más allá de este mundo de porquería. Quiero cerrar los ojos porque es tiempo de abrir las alas para volar. Porque es cierto que no retornaremos, leeremos y se escribirán libros que hablarán de nosotros y de nuestras aventuras, llegaremos a la vejez solo para contarle al mundo, que el amor perenne si existe y que vivir en la cima de una montaña sin pensar en que hay más colinas por recorrer como lo decía Mandela también es posible, y por eso se escribe, como lo decía Benedetti, se escribe para contar la vida, se escribe porque el alma necesita de las historias, de los versos, de versos que agudicen nuestros sentidos. Se escribe porque las palabras nos dan el oxígeno que necesitamos cada día para respirar. Se escribe porque no nos sirve cerrar los ojos cada día simplemente para olvidar. Se escribe porque necesitamos aprender a morir en silencio. Se escribe para encontrarnos en lo perdido, en lo vago, en la nada y así poder levantarnos cada vez que nuestro cuerpo no puede aguantar más el deterioro del tiempo. Se escribe para huir del miedo, de la soledad, del insomnio, de las voces incesantes que no callan. Se escribe para orarle a dios y exaltar en ella nuestras tristes plegarias. Se escribe porque estamos envejeciendo en el apuro del tiempo. Se escribe porque ya no nos queda nada más qué hacer en un mundo que nos absorbe por pedazos. Pero ante todo, se escribe para aprender a ser felices aunque nos cueste la vida, y todas las letras del mundo.

mi conquista ahora, es el cielo sin nubes, la
belleza sin tristezas, lo desconocido sin miedos,
la multitud en soledad, y el deleite de la

vida, sin muerte.

Carlotta De Borbonet ©

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