Por ello hay que someter a juicio esa filosofía que
se opone a lo arbitrario como un modo subjetivo de tratar la historia y la
razón desde un fin objetivo e imparcial, donde se conceda a la historia acontecimientos
y acciones que guarden relación con ese fin objetivo, los cuales como
expresiones intuitivas aumentan en el historiador rasgos subjetivos e
imparciales representados en un para sí, en donde proceda la verdad y la
búsqueda del bien. Los acontecimientos de la inteligencia divina han de ser
inmutables, regidos en una cadena indisoluble que se aproxime a la estabilidad
de los juicios íntegros de lo que es bueno y de lo que es malo, “ya que los que
unos juzgan dignos de recompensa, otros los consideran merecedores de castigo”;
el juicio entonces, es la facultad de pensar desde lo particular sobre lo
universal, si el juicio es tomado desde lo universal es determinante, pero si
el juicio se rige desde lo particular el juicio es reflexionante, sin embargo
¿qué significa esto?, el juicio en definitiva modifica los conceptos generales
y trascendentales de la naturaleza desde un entendimiento a priori los cuales
rigen la naturaleza desde su finalidad bajo predicados ontológicos que al final
se convierten en principios metafísicos.
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