La literatura es magia, es aparecer entre la
gente sin estar físicamente, es entrar en las almas sin tener que tocar la
puerta. (Doménico Estrada)
Caminar por los
senderos de la Literatura, es recorrer a través de la palabra mundos portadores
de historias, que se encuentran instaladas en la fatua visibilidad de lo
inteligible; el arte de la escritura, es la forma que tiene el escritor de
decirle al mundo “aquí estoy, existo”, es darse el derecho de pasar de la
fantasía a la realidad sin tener que pedirle permiso a nadie, es dejar que las
musas nos toquen, elevando nuestras ensoñaciones y dibujando nuestras letras a
través de historias que cautiven, es dejarse permear por la belleza de las
emociones, permitiendo que estas rosen nuestra piel, pasando desde el erotismo
hasta la locura, es permitirnos como lo diría Maupassant conocer el mundo, y
sus pliegues, como cuando una rosa abre sus pétalos cada vez que mira al
firmamento, es intentar entrar en el “caos” de la nefasta existencia humana; pues
solo el escritor sabe, que en el momento que él empieza a escribir, no hay
nadie que lo detenga.
El lugar de la
literatura es un santuario, que pocos comprenden y que muchos quisieran
descifrar, y el punto está, en que hay que empezar a reconocerla no sólo por
las obras que se escriben y que se modelan en estantes de las grandes librerías
y bibliotecas del mundo, sino por la profundidad temática de estas que intentan
de diferentes maneras mostrarnos el mundo y cómo las diferentes sociedades
conviven, reconociendo su cultura, su orden político, económico, etc. un
ejemplo de ello, son los escritores
realistas, quienes intentan reflejar a través de sus obras, historias
concretas y objetivas, satirizando a la clase media propias del surgimiento de
esta escuela, con un profundo contenido social. Entre los grandes realistas
latinoamericanos se encuentra el mexicano Portillo López quien en su cuento conocido
como Reloj sin dueño, muestra tintes
realistas, en el que narra la historia de un hombre llamado Félix, un juez de
clase media que con actitud jactanciosa se queja de los crímenes que su ciudad
está viviendo, allí Portillo López se preocupa por dar detalles físicos y
locales (el Zócalo, los tranvías, la colonia
Roma, 16 de Septiembre, Tacubaya, Insurgentes y Chapultepec) de sus personajes,
reconociendo la voz popular de la prosa mexicana, y como lo diría el mismo
Portillo López en su libro “La Parcela” (1978):
“Hemos
de procurar de no apartarnos del genio de nuestra lengua materna y no romper
sus clásicos y gloriosos moldes, conviene que nuestra literatura sea nacional
en todo lo posible, esto es concordante con la índole de nuestra raza, con la
naturaleza que nos rodea y con los ideales y tendencias que ambos factores se
originan.” (p. 4)
El realismo entonces
nos permite abarcar las historias, los relatos, la poesía como un molde
artístico, que nos posibilita conocer tan solo una parte de lo que es el mundo
literario, es escribir de manera irónica y humorística la vida en un retazo de
hoja, permitiendo al lector conocer hechos particulares y descriptivos, los
cuales nunca son vacíos, sino que son recipientes llenos de letras que forjan
sentimientos que nos llenan, enterrando el tiempo existente para convertirlo en
una historia caricaturesca. el realismo permite asomarnos al abismo de la vida
social de una época donde se abola todo atisbo de idealismos y, la consciencia
social se cierne en el peso de las problemáticas latinoamericanas reflejando
minuciosamente la realidad, reclamando a través de sus obras una mayor atención
a las problemáticas sociales y las injusticias propias de la vida en américa
latina; en definitiva el realismo latinoamericano logra traspasar las fronteras
entre el naturalismo y el romanticismo, creando una ilusión en donde se desata
una realidad que narra la vida de aquellos que viven en la esquina del mundo,
pues como lo diría Juan Rulfo: “Recrear la
realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación”.
Empero, al intentar
descifrar lo que las letras de los autores tienen para nosotros, no es caer en
el mundo racional del escepticismo propio de la mente humana, es dejarse llevar
por las emociones, es permitirse conocer el
túnel solitario de Sábato, la celda de Caicedo, es llorar a lágrima viva con
Oliverio Girondo, es sentir el amor a través de Sabines y Cortázar…es vivir a
través de las letras. Descifrar “eso” que contienen las obras literarias, tiene
un complemento interpretativo y emocional que van de la mano con la literatura,
por ello el papel del escritor es fundamental pues depende de este cautivar al
lector. Y todo esto es lo que yo llamo Literatura, esa que canta en nuestros
silencios profundos, aun estando en el abismo de la tristeza, y la soledad. Y
cuando sonreímos, la literatura alumbra nuestras noches, y nos libera de
nuestras cadenas, solo cuando nos sentimos amargados y desesperanzados. Y a
veces la juzgamos mal, y hablamos de ella sin ni siquiera conocerla, pero solo
cuando nos dejamos tocar por las palabras, el alma es capaz de vagar por
lugares desolados sin caer de rodillas frente al mundo que la atormenta. La
literatura es profunda, y aunque parezca lejana siempre está cerca, convirtiéndose
en el otoño y la primavera de nuestro espíritu.
Las
librerías y bibliotecas del mundo esperan a que sus libros sean abiertos,
porque la literatura nos saca de la ignorancia, abre mundos paralelos, nos
conecta con la naturaleza de las emociones y de los dioses, nos permite
recorrer pueblos y ciudades que no están a nuestro alcance en el momento
inmediato, nos permite tener amigos con los que podemos vivir aventuras
infinitas, nos permite ir al cielo, y al infierno y, volver para contarlo, nos
permite escapar de la locura, de la melancolía, y del miedo de nuestro mundo…nos
permite ser y no ser al mismo tiempo…
Aquí
recae la belleza del arte de la escritura.
Euterpe © -SOLILOQUIO II