miércoles, 26 de febrero de 2014

XXII. REAL(SISMO)



La literatura es magia, es aparecer entre la gente sin estar físicamente, es entrar en las almas sin tener que tocar la puerta. (Doménico Estrada)

Caminar por los senderos de la Literatura, es recorrer a través de la palabra mundos portadores de historias, que se encuentran instaladas en la fatua visibilidad de lo inteligible; el arte de la escritura, es la forma que tiene el escritor de decirle al mundo “aquí estoy, existo”, es darse el derecho de pasar de la fantasía a la realidad sin tener que pedirle permiso a nadie, es dejar que las musas nos toquen, elevando nuestras ensoñaciones y dibujando nuestras letras a través de historias que cautiven, es dejarse permear por la belleza de las emociones, permitiendo que estas rosen nuestra piel, pasando desde el erotismo hasta la locura, es permitirnos como lo diría Maupassant conocer el mundo, y sus pliegues, como cuando una rosa abre sus pétalos cada vez que mira al firmamento, es intentar entrar en el “caos” de la nefasta existencia humana; pues solo el escritor sabe, que en el momento que él empieza a escribir, no hay nadie que lo detenga.

El lugar de la literatura es un santuario, que pocos comprenden y que muchos quisieran descifrar, y el punto está, en que hay que empezar a reconocerla no sólo por las obras que se escriben y que se modelan en estantes de las grandes librerías y bibliotecas del mundo, sino por la profundidad temática de estas que intentan de diferentes maneras mostrarnos el mundo y cómo las diferentes sociedades conviven, reconociendo su cultura, su orden político, económico, etc. un ejemplo de ello, son los escritores realistas, quienes intentan reflejar a través de sus obras, historias concretas y objetivas, satirizando a la clase media propias del surgimiento de esta escuela, con un profundo contenido social. Entre los grandes realistas latinoamericanos se encuentra el mexicano Portillo López quien en su cuento conocido como Reloj sin dueño, muestra tintes realistas, en el que narra la historia de un hombre llamado Félix, un juez de clase media que con actitud jactanciosa se queja de los crímenes que su ciudad está viviendo, allí Portillo López se preocupa por dar detalles físicos y locales (el Zócalo, los tranvías, la colonia Roma, 16 de Septiembre, Tacubaya, Insurgentes y Chapultepec) de sus personajes, reconociendo la voz popular de la prosa mexicana, y como lo diría el mismo Portillo López en su libro “La Parcela” (1978):

“Hemos de procurar de no apartarnos del genio de nuestra lengua materna y no romper sus clásicos y gloriosos moldes, conviene que nuestra literatura sea nacional en todo lo posible, esto es concordante con la índole de nuestra raza, con la naturaleza que nos rodea y con los ideales y tendencias que ambos factores se originan.” (p. 4)

El realismo entonces nos permite abarcar las historias, los relatos, la poesía como un molde artístico, que nos posibilita conocer tan solo una parte de lo que es el mundo literario, es escribir de manera irónica y humorística la vida en un retazo de hoja, permitiendo al lector conocer hechos particulares y descriptivos, los cuales nunca son vacíos, sino que son recipientes llenos de letras que forjan sentimientos que nos llenan, enterrando el tiempo existente para convertirlo en una historia caricaturesca. el realismo permite asomarnos al abismo de la vida social de una época donde se abola todo atisbo de idealismos y, la consciencia social se cierne en el peso de las problemáticas latinoamericanas reflejando minuciosamente la realidad, reclamando a través de sus obras una mayor atención a las problemáticas sociales y las injusticias propias de la vida en américa latina; en definitiva el realismo latinoamericano logra traspasar las fronteras entre el naturalismo y el romanticismo, creando una ilusión en donde se desata una realidad que narra la vida de aquellos que viven en la esquina del mundo, pues como lo diría Juan Rulfo: Recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación”.

Empero, al intentar descifrar lo que las letras de los autores tienen para nosotros, no es caer en el mundo racional del escepticismo propio de la mente humana, es dejarse llevar por las emociones, es permitirse conocer el túnel solitario de Sábato, la celda de Caicedo, es llorar a lágrima viva con Oliverio Girondo, es sentir el amor a través de Sabines y Cortázar…es vivir a través de las letras. Descifrar “eso” que contienen las obras literarias, tiene un complemento interpretativo y emocional que van de la mano con la literatura, por ello el papel del escritor es fundamental pues depende de este cautivar al lector. Y todo esto es lo que yo llamo Literatura, esa que canta en nuestros silencios profundos, aun estando en el abismo de la tristeza, y la soledad. Y cuando sonreímos, la literatura alumbra nuestras noches, y nos libera de nuestras cadenas, solo cuando nos sentimos amargados y desesperanzados. Y a veces la juzgamos mal, y hablamos de ella sin ni siquiera conocerla, pero solo cuando nos dejamos tocar por las palabras, el alma es capaz de vagar por lugares desolados sin caer de rodillas frente al mundo que la atormenta. La literatura es profunda, y aunque parezca lejana siempre está cerca, convirtiéndose en el otoño y la primavera de nuestro espíritu. 

Las librerías y bibliotecas del mundo esperan a que sus libros sean abiertos, porque la literatura nos saca de la ignorancia, abre mundos paralelos, nos conecta con la naturaleza de las emociones y de los dioses, nos permite recorrer pueblos y ciudades que no están a nuestro alcance en el momento inmediato, nos permite tener amigos con los que podemos vivir aventuras infinitas, nos permite ir al cielo, y al infierno y, volver para contarlo, nos permite escapar de la locura, de la melancolía, y del miedo de nuestro mundo…nos permite ser y no ser al mismo tiempo…

Aquí recae la belleza del arte de la escritura.

Euterpe © -SOLILOQUIO II

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