Recuerdo cuanto tenia seis años mirar a mi madre ha hurtadillas en su habitación vestirse; a las seis de la mañana ella sacaba cada una de sus prendas delicadamente, las colocaba sobre la cama, y las ordenaba por colores como si estuviese ordenando un arco iris, allí veía entonces ese armario que era una gran caja de Pandora para mi, y cuyo olor a mujer penetraba en mi nariz. Su piel joven relucía en la habitación como una joya cuyo valor no tenia ningún precio, su sonrisa se iluminaba con cada prenda que se colocaba, reluciendo su hermosa juventud. Ahora, casi veinte años después, no tengo que entrar a su habitación para ver su desnudez, hoy toda ella me confirma el deterioro que produce la vida en un cuerpo que intenta soportarlo todo, pero sé que no es culpa de ella, sino del tiempo, que con los pliegues de sus arrugas confirman la lucha de sesenta años en un mundo que no agradece nuestra existencia.
Euterpe © - Libro: SOLILOQUIO II
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