Imagen. Sara Herranz
Hubiese entregado mi vida a Dios,
antes de nacer, para nunca haber ardido por dentro, como cuando la tristeza
apuñala tus entrañas, buscando palabras que no encuentras bajo las sabanas de
la vida. En este cuerpo sobrevivo, ante la inminente existencia, descifro mi
dolor con letras que nadie lee, ni perfuma; la poesía compañera de noches
inciertas resuena ante la tristeza de mi alma que carcome las angustias y las
voces quebradas de versos que no llegan. Las noches hierben como sangre
caliente, mientras mis manos que no logran escribir se quiebran ante el temblor
de la desesperanza y la enfermedad, porque un dolor así no se quita con
cualquier remedio, un dolor así se sufre con la mayor de las agonías, sin
pastillas, ni recebo que magulle las heridas. La soledad abraza mis días, un
cigarrillo y varios libros acompañan mis madrugadas cuando la luna se esconde
para darle paso al sol, mi vela está por apagarse, y aun no escribo algo que
valga la pena, mi desvelo parece durar para siempre, apoderándose de pensamientos
que afligen mis sentidos, no conozco la vida, ni la alegría de la que suele
hablar la gente, estoy condenada al desamor, al temor de mis noches, y de las
sombras que persiguen mi vida, ya ni escucho los palpito de mi corazón que se
esconden detrás de la oscuridad que habita mi ser.
Yo solía pensar en mi infancia que la vida era vida porque valía la pena vivirla, pero ahora es solo una imagen bizarra e hiperbórea que rodea difusamente mi mente, ahora me meo sobre un asilo miserable de melancolía sin razón, convirtiéndome en una carga para los que me rodean, no merezco la vida, no merezco ser ese alguien que deba estar a tu lado, no merezco tu cariño. Esta tristeza desolada es una característica de mi propio exilio, quiero gritar sobre cualquier montaña, llorar hasta quedarme dormida para nunca más despertar, dime amor ¿merezco tu cariño?, no quiero despertarme de nuevo con el alma vacía, llena de telarañas y pesares inciertos. Ahora me doy cuenta de cuanto me faltas, de cuanto extraño tu cuerpo, tus labios, tus manos, tus brazos...
Quiero que sepas que todo este tiempo a tu lado ha sido algo esplendido, y maravilloso, y aunque esta espera inenarrable sea producto de mis amargos días, quiero que sepas que aun te espero con anhelo, aunque mi cabeza sea un laberinto incierto y oscuro, aunque mis piernas no sepan qué paso dar cada día que estoy frente a mi cama al despertar, aunque mi corazón presiente soledad y desahucio, te espero amor mío, te espero.
Yo solía pensar en mi infancia que la vida era vida porque valía la pena vivirla, pero ahora es solo una imagen bizarra e hiperbórea que rodea difusamente mi mente, ahora me meo sobre un asilo miserable de melancolía sin razón, convirtiéndome en una carga para los que me rodean, no merezco la vida, no merezco ser ese alguien que deba estar a tu lado, no merezco tu cariño. Esta tristeza desolada es una característica de mi propio exilio, quiero gritar sobre cualquier montaña, llorar hasta quedarme dormida para nunca más despertar, dime amor ¿merezco tu cariño?, no quiero despertarme de nuevo con el alma vacía, llena de telarañas y pesares inciertos. Ahora me doy cuenta de cuanto me faltas, de cuanto extraño tu cuerpo, tus labios, tus manos, tus brazos...
Quiero que sepas que todo este tiempo a tu lado ha sido algo esplendido, y maravilloso, y aunque esta espera inenarrable sea producto de mis amargos días, quiero que sepas que aun te espero con anhelo, aunque mi cabeza sea un laberinto incierto y oscuro, aunque mis piernas no sepan qué paso dar cada día que estoy frente a mi cama al despertar, aunque mi corazón presiente soledad y desahucio, te espero amor mío, te espero.
Con cariño, Manuela Zimmerman.
Euterpe ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por leerme :)