Extraño esos días en el que los espejos ardían ante mi juventud, ahora solo soy un cadáver viejo sobre el eco de un sollozante socorro y que amarrada al borde de un precipicio guarda entre sus silencios su verdadera voz. Escribo y tengo miedo. Y ni Dios hará que me guarde las palabras, gritare entre letras al filo de la noche, pulverizare los cielos con mis versos, seré un gran infierno y como siempre tu mejor desencuentro.
Polo a Tierra.
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