Y
como dijo Edgar Allan Poe: “Y siendo joven y sumergido en la locura me enamoré
de la melancolía” … ¡Sí! Esa melancolía que nos separa, que nos divide, que nos
discurre hacia la muerte. Esta gregoria tiene una noche dormida entre las
piernas, esta noche se vuelve poniente al occidente del pecho, ese poniente
siente pasar la existencia por sus venas, esa existencia cansada, agotada de la
nada, ciego por la luminosidad mía. Ahora mi noche expía, sin consolación, su totalidad
es sombría, y el sentido del tiempo se aclara … somos lejanía, pero los escucho,
los escucho a todos, voces que aclaman ¿de quién es esta voz que me levanta? ¿de
quién es está voz que me enajena? ¿de quién es esta voz que atrapa mi alma y la
resguarda como una gran manta de paz y armonía? La melancolía se aparta y
aunque el cielo no tuviese ni una estrella, ni la tierra habitara ser alguno,
yo, con un destello fugaz de aquella maravillosa llamarada, me bastaría dicho
fervor para darle un vuelco a mi vida.
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