jueves, 16 de enero de 2014

XIV. CARTA Nº 4



¿Sabes una cosa?, me encantan los parques y los bares oscuros iluminados con velas blancas, y armonizados con música de los 80s. Me encanta verte y saborear cada una de tus palabras a través de besos y caricias, me encanta cuando escribes poemas sobre las servilletas dedicados a la Luna, mirando nuestro amor nacer tras la lluvia. Es cierto que se acabaran mis pesadillas, se ira de mi la andrajosa melancolía, y mi juventud será un ejemplo para la vejez que llega tras de mí, porque ahora te tengo a ti. Ya no quiero ser una poeta marginal, que se esconde detrás de la puerta de su habitación para sentarse a llorar cada vez que se asoma la noche, ya no quiero ser esa mujer sonámbula que ha olvidado que la luz es para ver lo imposible y que los brazos no son solo brazos sino que también son alas para volar, ya no quiero ser esa mujer, a la que se le ha olvidado respirar a través de los sueños y la inspiración de quien cree en los santos y profetas como Mandela y Gandhi. Como sabrás, y como te lo he pronunciado, nada de esto es una necesidad, es una casualidad llena de encantos y de momentos inolvidables, y además aun no estoy preparada para la muerte. Te quiero, estoy absurdamente enamorada de ti, me lo delata mi cuerpo y mi corazón, pues cada vez que te veo siento como la piel se me eriza y mi corazón se paraliza por un instante, mi olfato me indica que estás en camino hacia mí, y te juro, amor mío, que allí, yo vuelvo a nacer, como lo dice Sabines, te recuerdo en mi boca, y en mis manos a cada instante, y en cada segundo de mi existencia. 
Es tarde, y estoy leyendo tu última carta que no he podido parar de leer por varias horas, y es que necesito leerte para no sentirme sola. También he salido hoy a comprar algunos libros, y los he leído con frenesí, sin cansancio y sin fatiga he pasado desde Pizarnik, luego por Cortázar hasta Bolaños, terminando con Galeano. Y aquí estoy ahora, escribiéndote de nuevo, e insisto en que deberías venir estar noche. 

Te espero. 
Con Cariño, Manuela Zimmerman.


Euterpe ©- Cartas de Manuela Zimmerman. 


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