Deje la felicidad cuando aun era una niña, en la adolescencia me quede al lado inmóvil de la vida buscando en la lectura y la escritura alguien que con un verso me consolara, y de repente la nada se convirtió en mi todo (hasta hice un ensayo sobre ella cuando tan solo tenía 11 años de edad). El único club de amigos al que pertenecía eran a los pocos escritores que en los baños del colegio y en mi habitación a escondidas podía leer, solo para no sentirme sola, y apenas era feliz. La vida desde entonces ha sido una sombra errante, así como el túnel solitario de Sabato, la celda de Caicedo y el paracaídas de Vicente Huidobro. Ahora creo que mi libertad esta en la muerte, como todo aquel humano mediocre que no desea la vida. Me pregunto entonces ¿ Y cuántos años más debo esperar?, amor mío.
Con Cariño, Manuela Zimmerman.
Euterpe © - Cartas de Manuela Zimmerman.
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