Frente al puente camina una mujer
desnuda, y al fondo del gran horizonte
se marca su figura esbelta, que atada a
los prejuicios, mira con firmeza las
magnolias que se acentúan por su vientre.
Ella es una dama sumisa, caprichosa,
inquieta y amable, que incita a navegar
a los hombres hacia distancias imperceptibles
donde ya ha medido los pasos, aguardando
con la mirada entre las noches apagadas,
para así vencer la cumbre del tiempo.
Agarrada a su sombra a tientas va rezando
dentro de un manantial de lunas, respirando
hondo y con los brazos abiertos permanece
sobre la mar desnuda mientras él
apasionadamente rasga la gruta de su
deseada feminidad, el corazón palpita
suspendido quebrando su nombre entre
trémulos astros.Las horas pasan la última
costa y ella, allí bajo las sabanas rompe en
llanto, cuando su esencia incógnita reclama
una vida donde el sexo sea un material del
amor y no del dinero, en tonada de espumas
pasa el tiempo y el ritual vuelve a empezar.
desnuda, y al fondo del gran horizonte
se marca su figura esbelta, que atada a
los prejuicios, mira con firmeza las
magnolias que se acentúan por su vientre.
Ella es una dama sumisa, caprichosa,
inquieta y amable, que incita a navegar
a los hombres hacia distancias imperceptibles
donde ya ha medido los pasos, aguardando
con la mirada entre las noches apagadas,
para así vencer la cumbre del tiempo.
Agarrada a su sombra a tientas va rezando
dentro de un manantial de lunas, respirando
hondo y con los brazos abiertos permanece
sobre la mar desnuda mientras él
apasionadamente rasga la gruta de su
deseada feminidad, el corazón palpita
suspendido quebrando su nombre entre
trémulos astros.Las horas pasan la última
costa y ella, allí bajo las sabanas rompe en
llanto, cuando su esencia incógnita reclama
una vida donde el sexo sea un material del
amor y no del dinero, en tonada de espumas
pasa el tiempo y el ritual vuelve a empezar.