La tarde galopa confusamente sumergida
a la espera de sueños angustiados y torvos,
donde la corriente profunda acecha sobre el
remanso umbrío mirando silenciosamente su
palpitante olvido, cuyos párpados esconden
su arrullo hondo, pausado y distante con temor
a decir su nombre. Inclinando las turbias noches,
de libros olvidados y de lecturas oxidadas se aferra
el artista, mirando al cielo invadir sus recuerdos de
poemas silvestres, donde llora afligido intentando
darle tregua a su dolor, deshaciéndose de las dagas
invernales que no hallan la anestesia para sanar las
heridas que se encuentran justo en el centro de su
corazón. La niebla borra el estío, que predica el fin
del mundo, donde los días disuelven el esplendor
y la miseria, allí retoña entre las nubes con sus
sombras vacías que deshojan la melancolía en
sueños, donde tú eres mi mayor desconsuelo.
Despojado de poemas roncos se perfuma el
tiempo de adioses que induce a encadenar la
vida exiliando su destino a la clandestinidad
donde el invierno meditabundo se topa con la
melancolía. Y ahora el llanto libera la plenitud,
deshojando en místicos cantos la máscara
del poeta, que vive y sueña.
a la espera de sueños angustiados y torvos,
donde la corriente profunda acecha sobre el
remanso umbrío mirando silenciosamente su
palpitante olvido, cuyos párpados esconden
su arrullo hondo, pausado y distante con temor
a decir su nombre. Inclinando las turbias noches,
de libros olvidados y de lecturas oxidadas se aferra
el artista, mirando al cielo invadir sus recuerdos de
poemas silvestres, donde llora afligido intentando
darle tregua a su dolor, deshaciéndose de las dagas
invernales que no hallan la anestesia para sanar las
heridas que se encuentran justo en el centro de su
corazón. La niebla borra el estío, que predica el fin
del mundo, donde los días disuelven el esplendor
y la miseria, allí retoña entre las nubes con sus
sombras vacías que deshojan la melancolía en
sueños, donde tú eres mi mayor desconsuelo.
Despojado de poemas roncos se perfuma el
tiempo de adioses que induce a encadenar la
vida exiliando su destino a la clandestinidad
donde el invierno meditabundo se topa con la
melancolía. Y ahora el llanto libera la plenitud,
deshojando en místicos cantos la máscara
del poeta, que vive y sueña.
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