Lleno de sauces los días
se enraízan en el tiempo.
Arrojado estoy en el abismo,
guíame Dios sin temor por
estas tierras abruptas donde
el sol a chocado con el suelo.
Voy de camino a la abolición
de mi cuerpo, donde una
esencia desgastada comprime
mis nervios, castigando a la
culpa que se haya anudada
en las ramas de mi pecho.
Si se me diera el permiso de
recoger lo roto y lo llorado,
se paralizaría el tiempo al
ver al poeta arrodillado sobre
el suelo tratando de recoger
con sus manos, los días y las
noches que él mismo ha
desperdiciado. En este poema
de muertos, un verso de Vallejo
sería el último esplendor, que
daría fin a su sufrimiento.
Euterpe ©
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