Bajo la sombra del reloj
nos encontramos, mientras
mi sombra remanente,
desnuda y quebrada,
arrebataba con látigo
inhumano la espesura
de su alma.
Allí hundía en el barro
la amargura indiferente
entre la bruma lluviosa
de redes pegajosas
donde su locura
que crecía en su alma
gemía de indignación
ante oscuros
pensamientos.
Emigra la muerte
y camina resignada
delante de sí por
la calle del olvido,
que con anhelo
soporta el dolor
del hábito
de una vida en
desastre, donde
el vacío cubre
las páginas, que
están llenas de
palabras y que
se arrinconan
bajo las viejas
arrugas del sol
que nunca llegan.
Mudo queda el aire
en colinas de
melancolía,
¡se fue la vida!
¡se fue la vida!
¡se fue la vida!
¡se fue la vida!
Grita la niña de
orientales horizontes
que desea callar
sus lágrimas
con notas
musicales de
pianos y violines
que caen del
cielo como
flechas y dejan
las guirnaldas
con miel de
poesía.
Euterpe ©
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