A la altura de nuestros nombres, se sientan las ruinas y las letras llenas de retóricas sucumben en algún fragmento triste, que reprocha al mundo su existencia. No existe piedad incapaz e innoble que acabe con el cinismo que se apodera del mundo, donde el fragor de la Luna palma las manos en posesión del perdón, como la filología que hace entrever las puertas del destino.
Carlotta de Borbonet ©
Julie P. Lizcano Roa
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