Nada está perdido si se tiene el valor
de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo. Julio Cortázar
Leer
a Julio Cortázar es adentrarse en el mundo de una literatura donde se puede
vislumbrar lo que está detrás de los límites de la razón, moldeando a través de
las letras la imaginación que encauza los umbrales con ciega e intensa pasión
intelectual. Dinamizando así, lo absurdo y lo irracional, configurando esquemas
narrativos entre fuerzas contrapuestas o complementarias que enriquecen sus
textos donde lo fantástico se disloca de la realidad. La intención de Cortázar
en sus textos se basa en provocar en el lector sorpresa y extrañamiento en
torno a elementos y acciones de la vida cotidiana, mostrando de alguna forma la
cara oculta de la existencia, donde el lector se verá obligado a cuestionar las
situaciones sociales y políticas que giran en torno a la vida real, que es
donde recae la trama propia de los escritos de Cortázar. Lo anterior se hace
evidente en textos como Cartas de mamá
y Algunos aspectos del cuento, los cuales serán tomados de referencia para darle
continuidad a este escrito, y cuya cita de este autor logra mostrarnos la
importancia entre esos dos aspectos fundamentales entre la realidad y la
fantasía:
Es imposible considerar la ficción totalmente
desligada de la realidad, ya que el poema más abstracto, la narración más
delirante o fantástica, no alcanzan
trascendencia sino tiene una correlación objetiva con la realidad, solo que
ahora se trata de entender la realidad como la entiende y la vive el creador de
esas ficciones, es decir, como algo que por muchos lados y muchas dimensiones
puede rebasar el contexto sociocultural sin por eso darle la espalda o
menospreciarlo.
Aquí entonces se hace
evidente que la literatura de Cortázar está al margen del llamado realismo, oponiéndose
así al “optimismo” filosófico y científico propio del siglo XVIII, y en donde
deja por un instante a la novela para centrase en el cuento, como ese género
literario antagónico, secreto, poco encasillable y misterioso del cual casi
nadie se ha interesado en problematizar, como si se ha hecho con la novela. El
cuento es un género que crece día a día, y aquellos quienes se arriesguen a
crear historias les será un poco difícil aunque no imposible para los
escritores que quieran hacerse cargo de esta tarea, teniendo en cuenta que el
cuento debe moverse en el plano del ser humano donde este coexiste, en palabras
de Cortázar: “Un cuento es como un
temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia. Solo con
imágenes se puede trasmitir esa alquimia secreta que explica la profunda
resonancia que un gran cuento tiene entre nosotros, y que explica también por
qué hay muchos cuentos verdaderamente grandes”. El cuentista entonces deberá
tener claro las nociones de significación, intensidad, y tensión, ya que entre
más cerca este el escritor de la estructura del cuento, mejor material anecdótico
se obtendrá, y según como emplee la técnica el escritor, se podrá determinar quién
es un buen o mal cuentista.
Teniendo en cuenta lo anterior,
del escritor depende si atrae o no a los lectores, es importante como lo
resalta Cortázar que éste los sensibilice con el tema que eligió, haciendo que
estos se lo lleven en su memoria para siempre, es decir que se convierta para
el lector en algo inolvidable. Lo ideal es que el cuento, con su intensidad, su
proyección profunda y su resonancia de arquetipos mentales, conecte al lector
con sus circunstancias, con su vida, de una manera nueva y enriquecida, de lo
contrario como lo resalta Cortázar:
Por más veterano, por más experto que sea un cuentista,
si le falta una motivación entrañable, si sus cuentos no nacen de una profunda
vivencia, su obra no irá más allá del mero ejercicio estético. Porque de nada
valen el fervor, la voluntad de comunicar un mensaje, si se carece de los
instrumentos expresivos, estilísticos, que hacen posible esta comunicación.
Para los cronopios que se
abarcan en la tarea de escribir cuentos, ya sea del tema que sea, apasionados o
psicológicos, es importante que el cuentista recorte si puede, un
trozo de la realidad para mostrarla de forma veloz y lo más concisamente
posible, para conseguirlo es necesario cuidar los límites de forma que ese
recorte deje entrever una realidad mucho más amplia. El cuento debe indagar
sobre lo que no se dice y abrir más puertas que las que cierra, se trata de
trascender los límites del papel y abarcar una realidad mucho más ancha y
ambigua que la plasmada en ellas. Hay que tener en cuenta que contar una
historia no es lo mismo que hacer un cuento, tomar un hecho de la vida
cotidiana y narrarlo no es hacer un cuento, elegir una acción y describirla otorgándole
una corporeidad a través de un personaje, no es escribir un cuento. Lograr que el lector siga pensando en el cuento, será señal de que se
ha cumplido el objetivo del
escritor; el cuento deberá ser: breve, profundo, tensionante, significativo, y perdurable.
En definitiva, los textos de Cortázar en los que discute acerca del cuento son
iluminadores en la medida en que acotan los límites del género, precisa sus
características en forma global y además, hace una extensa caracterización del proceso de escritura del autor que resulta de
gran relevancia informativa para aquellos que deseen escribir. A lo anterior se suma que del tema propuesto se
logró esclarecer de manera casi esquemática, las características que Cortázar concibe
esenciales del cuento como género, esto permitirá, aprehender el tema de forma
global y luego visualizar, particularmente, sus ingredientes constitutivos. Así
se podrá determinar que la visión del género en Cortázar es completa y acabada
y que consigna, con precisión teórica, todos los elementos indispensables para
constituir una poética.
Finalmente, lo
que nos enseña Cortázar a través de sus textos, como en Cartas de mamá y Algunos aspectos del cuento es
que escribir permite dibujar poemas en el aire,
disimular el insomnio, ocultar en letras nuestras soledades, darle cuerda a la
existencia, nos permite hablar del amor a la vida y recordar que detrás de
nosotros viene la muerte.
Euterpe ©