En mi juvenil embriaguez
las tristes nostalgias
de mi alma resonaban en
mis más profundos insomnios
donde las noches envolvían
mis pequeñas ilusiones en
instantes de silencios
misteriosos.
En mi juvenil embriaguez
la fatiga de la vida
ahogaba mis triunfos
en sombras fúnebres donde
el futuro lloraba y moría en
el déficit de la vida que
aguarda una esperanza.
En mi juvenil embriaguez
el tiempo era un mal amigo,
el dolor de estar vivo era una
de las mayores pesadumbres
donde mi existencia peregrina
se burlaba de la gloria
de quienes tenían éxito.
En mi juvenil embriaguez
la atmósfera tranquila
sin alma, sin vida, sin pies
y sin alas, temblaba ante
los ojos de quien a tientas
resiste, soporta, lucha
las mentiras que la vida
misma aguardaba.
En mi juvenil embriaguez
la conciencia de ensueños
luchaba con las nubes donde se
exclamaban visiones que lentas
y calladas, narraban con angustias
su loco anhelo de retornar
a la vida.
En mi juvenil embriaguez
a falta de victorias, caminaba
sobre llamas donde buscaba
halagos de mendigos de grandes
y fuertes almas convalecientes
y desposeídas que en sueños
hicieron vibrar y cantar
mi alma, especialmente cuando
el llanto me dejaba sin voz.
En mi juvenil embriaguez
tímida ante el mundo, guardaba
la armonía de mi propio abismo
que me hizo buscar la primavera
y en la cumbre de aquella montaña
alce mis brazos, ¡era la hora!
de enfrentar al mundo impío
que alguna vez me hizo
caminar de rodillas.