
Los filósofos, esos que de tanto se burlan, son
seres notables, sus doctrinas han avanzado y seguirán avanzando, porque es una
práctica y tiene vida. Sin embargo, solo una minoría ha sido capaz de estudiar
y rumiar este tipo de materias y muchos no han llegado a comprenderla. Una filosofía indiferente ante las riquezas,
hacia las comodidades actuales y posmodernas de la existencia, el desprecio por
el sufrimiento humano, el suicidio y la muerte, una filosofía que desprecia
este tipo de situaciones no es filosofía, y que al estilo Chejov nos hacen dar
cuenta de que esta es la vida entera, propia de ningún desprecio. Por ello la
filosofía tiene futuro, porque lo que progresa en el mundo, es la lucha por la
sensibilidad ante el dolor y la lucha por la propia existencia. Es innegable
comprender, entonces, la vida como algo perdurable, que evoluciona según la
sociedad humana representada, y que inscrita en la experiencia se esfuerza por
una existencia con un clima otoñal y estival. Todo lo que necesitamos estriba
en los hechos, no como verdades absolutas, sino como virtudes que motivan a los
hombres como un todo, que a través del arte profundizan en el conocimiento,
tenemos como punto de vista la felicidad representada desde una condición
humana que viene de la antigüedad.
En este orden de ideas, revolver la memoria hace
parte de una necesidad interior e inmutable, que consiste en reconocer la
esencia de la existencia, como sustancia. No optando por el escepticismo, sino
planteando de alguna manera cómo evolucionar, de tal modo que habrá de
asentarse en el porvenir de una humanidad que en la posmodernidad intente
sopesar en el desarrollo de sus particulares sobre los generales. Esta nueva
cultura construida en la base de países primer mundistas desechan la
denigración del ser humano que llevaría como dice Nietzsche a "una actitud
lógica del mundo y de las cosas", suspendiendo entonces el juicio propio
de la existencia. Este ejercicio, se
haya menoscabado por pensar en el mundo de hoy como una esfera incambiable, que
vive en el engaño de las grandes potencias dejando de lado la emancipación, esa
que es tan necesaria para la madurez de países tercer mundistas, atados a la
voluntad y al dominio antagónico del pensamiento que es incapaz de liberar el
espíritu de sí mismo, y que regresa a la vida, a medias. Por ello, esa ciencia
de vivir, se ve condicionada al desarrollo mezquino y rudimentario de una vida
sin futuro, que rige nuestro presente. La filosofía entonces, se presenta como
esa disciplina que evoluciona, que nos regala un poco de virtud y modestia en
esos campos tan objetivos de mayor profundidad y significación posible, pues es
importante que el conocimiento por la existencia humana cobre el máximo relieve
posible, sin importar las circunstancias que agobien la era actual que estamos
viviendo.
Por ello hay que someter a juicio esa filosofía que
se opone a lo arbitrario como un modo subjetivo de tratar la historia y la
razón desde un fin objetivo e imparcial, donde se conceda a la historia acontecimientos
y acciones que guarden relación con ese fin objetivo, los cuales como
expresiones intuitivas aumentan en el historiador rasgos subjetivos e
imparciales representados en un para sí, en donde proceda la verdad y la búsqueda
del bien. Los acontecimientos de la inteligencia divina han de ser inmutables,
regidos en una cadena indisoluble que se aproxime a la estabilidad de los
juicios íntegros de lo que es bueno y de lo que es malo, “ya que los que unos
juzgan dignos de recompensa, otros los consideran merecedores de castigo”; el
juicio entonces, es la facultad de pensar desde lo particular sobre lo
universal, si el juicio es tomado desde lo universal es determinante, pero si
el juicio se rige desde lo particular el juicio es reflexionante, sin embargo ¿qué
significa esto?, el juicio en definitiva modifica los conceptos generales y
trascendentales de la naturaleza desde un entendimiento a priori los cuales
rigen la naturaleza desde su finalidad bajo predicados ontológicos que al final
se convierten en principios metafísicos.
Se suma a lo anterior que los cambios naturales con
relación a las leyes empíricas, deben estar basados en el principio de la
finalidad, ya que los objetos que se convierten en representaciones se acomodan
al entendimiento humano, cuya finalidad es encontrar lo universal sobre lo
particular, y así progresar en el uso del entendimiento y adquirir conocimiento.
Conocimiento que de aludirse al fin de todos los tiempos ha de tropezar en lo
moral como perteneciente a los seres suprasensibles, cuya idea de fin se hace
tangible gracias a sistemas unitarios que concede a los hombres la “eterna bienaventuranza”,
bajo el dominio de principios buenos o malos (moral); estados morales que
conforman el fin final de la existencia desde inusitados acontecimientos
externos e internos, de donde se desprenden en fin natural, el fin místico y el
fin contranatural. Para finalizar, encontramos un fin final para todas las
cosas, pues la eternidad es una utopía, donde no hay fin alguno y la pregunta
que surge es ¿cómo prepararnos a los eventos tumultuosos que vienen?