A veces creo que mi
feminidad está determinada por la necesidad de tener un hombre a mi lado. Y
cuando no estas junto a mí, siento como si yo por un instante desapareciera de
la faz de la tierra, y entonces creo que de alguna forma estoy desperdiciando
mi juventud, y mis esfuerzos por recuperarme es menester de una tarea
profundamente espiritual, que empeora en mis periodos de total caos y ausencia
emocional. Cuando creo sentirme segura, es decir cuando te leo de alguna manera
o estoy junto a ti, mi cuerpo reacciona pavorosamente a tu cercanía afectiva
que hace deshojar esta dualidad que se rebela justo cuando nuestras almas se
encuentran desnudas, una junta a la otra.
Yo aspiro que mis
dotes literarias, así como las tuyas nos permitan seguir encontrándonos en
letras, y así acortar la distancia que hoy nos separa indescifrablemente;
quiero pensar que no erre en la elección hoy de mis palabras, y que espero no
temas de esta trágica descripción de una mujer inmadura que es absorbida por la
aridez de la noche oscura que traspasa justo por las cortinas de su sala. Solo
deseo que conozcas mis inquietudes y mis angustias, que son excesivamente
desesperantes, siento culpa ahora, y no quiero pensar en lo que sucedería si tú
te apartaras de mi lado, yo sigo soñando contigo cada día, eres mi delirio y mi
mayor consuelo.
¡Dios mío! no sabes cuánto
te necesito, deseo saciarme sobre tu cuerpo y no desearte más, pero todo esto
es evaporado por la distancia y tu ausencia. Aspiro profundamente a que el
tiempo me dará las respuestas, y me devolverá tu cuerpo intacto que tanto
extraña mi ser. Creo que jamás desearé apasionadamente a hombre alguno que no
seas tú, y quiero que lo comprendas. Me dormiré con la sensación plena y con
una lucidez implacable, pensando que mis letras te harán compañía, al fin y al
cabo ¿qué es un puñado de letras en un corazón desahuciado? Por ahora solo me
queda seguir aceptando la distancia, espero que me sigas escribiendo.
Con cariño, Manuela
Zimmerman