8 febrero 2022
Yo
no sé si lo que siento hoy sea tristeza o simple desilusión mediática. Y es que
escribir sobre la tristeza es algo curioso, según Montaigne los estoicos prohibían la
tristeza a sus discípulos, lo cual era algo garrafal, porque la tristeza es
propia del ser humano. Evitar la tristeza es humano,
evidentemente, pero huir de ella es un acto de miedo que dice muy poco de las
personas que la llevan a cabo o que la manifiestan. Los seres que afrontan la
tristeza y no huyen de ella son los que tienen más vida por delante…más ganas
de vivir. Y dentro de nosotros está la clave para luchar contra la tristeza, por
ejemplo, no tomarse la vida tan en serio sería el primer paso. La tristeza es
pesimismo, sin embargo, yo creo que esta sonriente le ganaría la partida a la
pena y a la amargura. Eso sí, lo ideal es que es importante evitar que la
tristeza se convierta en una postura cómoda de desintegración paulatina
soportable.
Es
un sentimiento incontrolable, y muy tendiente a ser ocultado dentro de la
intimidad más reducida de uno mismo. Sin embargo, creo que las personas que no
ocultan la tristeza son más bonitas en su realidad. Esa posibilidad de
camuflarla me hace pensar en su antónimo, la alegría. La relación entre las dos
es ineludible, tanto es así que, en muchas ocasiones, la
tristeza es la resaca de haber conocido la felicidad, al igual que la tristeza
es patrimonio exclusivo de quien conoce la alegría.
La
felicidad es un parpadeo. Pocos logramos experimentarla de manera constante y
duradera. La sentimos como mariposas en el estómago o cuando de pronto salimos
temprano de la oficina un viernes por la tarde. Aristóteles relacionaba la consecución de
la felicidad entendida como un bien supremo. En uno de sus textos, expresaba:
"El bien, que debe buscarse sólo por
sí mismo, es más definitivo que el que se busca en vista de otro bien; y el
bien que no debe buscarse nunca en vista de otro bien, es más definitivo que
estos bienes que se buscan a la vez por sí mismos y a causa de este bien
superior; en una palabra, lo perfecto, lo definitivo, lo completo, es lo que es
eternamente apetecible en sí, y que no lo es jamás en vista de un objeto
distinto que él".
Existe una lucha constante
por el ser humano por alcanzar ese estado de bien supremo. Sin embargo, a veces
se torna difícil dividir lo que uno hace motivado para alcanzar ese estado de
plenitud o si es puro egoísmo. Felicidad y egoísmo no van de la mano. Se
contraponen.
La clave, según los
budistas, por tanto, es aprender a vivir en desapego. Es decir, ser consciente
de que las cosas o las personas, no están para ser poseídas como una forma de
sentirnos plenos. No. Lo importante es saber disfrutar de los momentos, pero
sin considerar como indispensable, ya sea un bien material o la presencia de
una persona.
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