4 enero de 2022
Tengo miedo, mi vida es un arquetipo difícil de
descifrar. Recostada sobre el pasto observo los árboles que me rodean y me
cuestiono sobre la existencia humana y lo ignorante que es. Por ejemplo, sobre
esas mujeres que se casan con hombres que las maltratan, que las dejan y
vuelven con ellos tiempo después; sobre las parejas que deciden traer hijos a
este mundo de mierda; sobre los políticos y sus estupideces y sobre los que
siguen votando por ellos; sobre los que salen a marchar, pero no saben por qué
marchan y rompen lo sagrado del pueblo y así sucesivamente.
Tiempo después, se halla sentada en la banca de
una silla del parque. Deseando fumarse un cigarrillo o un cacho de marihuana
bien grande. El día está gris, el sol se esconde tras las nubes. Se escuchan
voces y sonidos. Personas que gritan y ríen. Y ella ¿qué hace? ¿dónde está?
Es casi el
primer fin de semana del año, ¿le afecta saber eso? Si. Un fin de semana de
verano primaveral, de perfumes fríos y angustias dolorosas, una metamorfosis
casi imperceptible. Odiaba ese fin de semana, pero ella no lo sabía, Dios/a sí.
¡sábado! El parque parecía oscurecerse mientras luchaba contra una ansiedad
profunda (ataque de pánico lo llamaba su psicóloga). Se irritó. Le era difícil
mantener la calma y saber diferenciar entre una respiración y otra. Le era más
fácil manejar un reloj sin velocidad de tiempo. Cerró los ojos fuertemente y
cuando volvió a abrirlos, la alucinación ya había desaparecido. ¡Qué sensación
de vacío!, se dijo así misma. De la felicidad solo el nombre conocemos.
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