Y poco a poco nos fuimos diluyendo,
como dos gotas de rocío absorbidos
por el calor del sol, mientras nuestras
almas se apartaban dejando rastros
de besos y caricias, que guardaban
los secretos de nuestro amor. Era
el destino fusilante, que se interponía
al deseo solitario de un <él> que nunca
existió. Y a pedazos, nos fuimos diluyendo
sobre flores de coral que como nodrizas
finas ayudaron a cesar el letargo
contenido en sueños amargos y
perfumados, de historias viejas
donde podíamos presenciar la
profundidad del cielo.
Carlotta De Borbonet ©
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