jueves, 14 de agosto de 2014

EL AZAR



El infinito encierra la noche
forzosa, de un espasmo
impaciente que llega con
cada parpadeo, anidando las
nubes pedestres del espacio 
y lejos de las circunstancias
del silencio que acaricia
las horas y las calles,
pronosticando en los húmedos
horizontes la ausencia del
hambre que calla el
aliento insecticida del
insulto que emiten
temblorosos los poemas.
Hacia el ocaso una voz
espera con olor a tabaco de
humos espesos y palpitantes,
donde los nervios asfixian el
almíbar, con palabras ahogadas
que se posan en los arroyos
donde su sombra camina
alejada de los astros que
le dan vida. La sangre recorre
lentamente los caminos donde
ella yace rota entre naufragios
detenidos por su partida, allí a su
lado una hoja cae de rodillas y 
su alma se arrastra al infierno,
donde la esperan centauros
lejanos, que se esconden tras
la neblina ansiosos de darle
la bienvenida. La muerte 
exalta su presencia, mientras
ella mira desde lejos su cuerpo 
desvanecerse en las llamas del 
infierno que nunca creyó; sus
ojos se tornan tristes, mientras
el tiempo desaparece y ella
se vuelve transparente, casi 
como un alma inexistente a 
los ojos del mundo que 
alguna vez la vio crecer. 
Un adiós es lo único que le
queda bajo su aliento del
arrepentimiento y el 
desconsuelo. 

Carlotta De Borbonet ©

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