Desconfía la dicha, de la alta
virtud de la tarde, que resucita
del rocío donde la sombra de
la soberbia invoca la daga
suicida que espera mientras
el orgullo marchito de miradas
ansiosas, ceña el laurel de los
poetas. Renovando la infinita
inocencia que aparece sobre sus
pupilas centelleantes de sangre,
la cuerda ahorca mientras sus
manos intentan desatar de la
muerte el sueño al que está
siendo esclavo. Su postrero
silencio narra a gritos su
gran desespero hecho
verso y poesía.
Carlotta De Borbonet ©
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