miércoles, 30 de abril de 2014

CARTA Nº 19


Me he levantado temprano hoy, he escrito un poema con letras pequeñas de versos irreales y de amores inciertos, camine desde la 51 con 13 hasta la 67, compre un libro a un hombre de barba larga y ojos castaños que me costó 3 pesos, enseguida tome un bus hasta la Calera, hacía un sol hermoso, tan hermoso era que los ojos se me aguaron de lágrimas al ver a mi hermosa Bogotá sobre un cielo azul marina, bordeada por una línea verde de hermosas montañas, que se pronunciaban desde la lejanía y que se difuminaban entre el cielo y la tierra, luego leí algunos versos de Bretón para hacerme compañía, al terminar de leer, abrace el libro fuertemente con mis brazos colocándolo justamente sobre mi pecho como si deseara sentir los latidos de este, al instante cerré mis ojos, dejando al aire refrescar mi rostro, marcado levemente por una sonrisa triste.
Después de dos horas de andanza, fui a la pastelería, ¿creíste amor mío, que iba a olvidar celebrar tu cumpleaños? subí al apartamento, me senté en el comedor, abrí la caja que contenía un pequeño pastel de chocolate, de esos que a ti tanto te gustan, el cual iba marcado con una frase que decía: "Arthur, feliz cumpleaños", saque una copa de vino, la coloque sobra la mesa junto al pastel, cante en solitaria tu cumpleaños, al terminar partí una rebanada de pastel, me la comí lentamente saboreando su exquisito sabor mientras miraba por la ventana al cielo deseando que estuvieses aquí para poder decirte "Te quiero amor mío, te quiero...", esto es la única cosa que en definitiva me pone profundamente triste, esa rebanada de pastel parecía que tenía dentro de sí, no solo chocolate, sino una cantidad de recuerdos y sentimientos, que en mi boca se iban desvaneciendo, tragándote en cada bocado disoluto. 
Finalmente prendí el último cigarrillo que me quedaba, me termine la botella de vino, me recosté sobre la cama, y dormí con tu imagen sobre mis parpados.

Amor feliz cumpleaños, no abandones tus letras.

Con cariño, Manuela Zimmerman

Euterpe ©

lunes, 28 de abril de 2014

CARTA Nº 18

Esta mañana me he encontrado con Marianita, ¿te acuerdas de ella?, será que todavía estará enamorada de ti, aunque yo creo que sí, porque cuando me preguntó por ti, se le iluminaron los ojos, yo le dije que estabas en París y que demoraras en llegar, me dijo que le avisara apenas llegaras para que le firmes el libro, también me dijo que lo ha leído dos veces y que ha quedado fascinada, además de eso me regalo la sección del periódico en donde han colocado una pequeña noticia tuya, te la adjunto, dice: "Colombiano escritor, por gira en Europa", si no fuese por ella, no me habría enterado, espero estés feliz con esto que te estoy contando.  
Después de que hable con ella, se vinieron a mi mente algunos recuerdos, aún tengo presente ese lugar donde te encantaba escribir, especialmente este último libro, tu teléfono marrón con terminados de oro, tu colección de ceniceros y briquets de todos los colores, tu biblioteca llena de libros viejos que te encantaba leer en las madrugadas y que me leías después de que terminábamos de cenar, tus dibujos en la pared junto a mis poemas de letras diminutas, casi microscópicas, ashh recuerdo estos días como si estuviesen pasando en este momento, aunque a veces debía alejarme de ti, y de manera inconsciente tendía a resguardarme, especialmente de tu aura angustiante y mortecina en esos días en que no estabas bien de ánimo. Y cuando dedicábamos mucho tiempo a la escritura, parecía que teníamos la consciencia de estarnos pudriendo cada vez que alguna letra salía a flote en la máquina de escribir, hasta que el aliento débil y enfermizo, hacía que lentamente nuestros cuerpos se desvanecieran sobre el escritorio, y caíamos de repente en un sueño profundo que  azotaba nuestros cuerpos, reclamando descanso. Luego despertabas intranquilo y asustado, y continuabas escribiendo sin parar, era incapaz de molestarte, y me conformaba con llevarte un café de vez en cuando silenciosamente, mientras fumándome un cigarrillo te miraba desde lejos.  
Parece que así es la vida de aquellos que se arriesgan a vivir con un escritor, el asilo, la ausencia y la soledad; sin embargo, me encantas, qué mayor regalo que tus letras cuando se posan sobre mi cuerpo, tus poemas son el arco iris que rodean la curva de  mis senos, el despertar es una ofrenda al cielo cada vez que amanezco contigo, y aun en la lejanía tu suspiros son los versos que me dan el consuelo para seguir viviendo.

Te dejo, sin dejarte.

Con cariño, Manuela Zimmerman

Euterpe ©

domingo, 27 de abril de 2014

CARTA Nº 17


Imagen. Sara Herranz

Cat cat cat cat...me encanta pronunciar esa palabra, se siente cómo la garganta y la lengua hacen unos movimientos extraños para pronunciarla, y cambia tu voz a un tono más grave. Amor mío, leí tu carta anoche, vi que te vas a quedar unos meses más, pero no olvides que yo aún sigo aquí, esperándote. También leí que ya no estás en Alemania, sino que pasaras unas semanas en París y luego te alojarás en Holanda, me encanta Holanda ¿sabías?, aunque deseo ir a París algún día, dicen que es el país de los artistas.

Estos días he estado estudiando un poco, leyendo a Proust, y escribiendo para el periódico, desearía que me pagaran más, 100 pesos no es mucho y me estoy empezando a atrasar con lo de la renta (y tampoco deseo que me mandes dinero); como extraño los días de mi niñez, no existían preocupaciones, y no tenía tantos problemas, aunque siendo sincera, mi niñez fue absurdamente solitaria. Estoy pensando presentarme a alguna universidad y así dictar alguna cátedra en literatura, ¿qué te parece esta idea? También me he dedicado a la poesía, y he escrito unos cuantos poemas, hacía mucho que no escribía poesía, pero me siento bien cuando lo hago, es como desnudar mi alma ante el papel, es no sé… cómo dejar que la lluvia roce mi rostro desnudo, y así confundir las lágrimas de dolor con la dulce agua del invierno. Creo que tú lo comprendes más que nadie, porque sabes qué es escribir en solitario, y además sabes lo que significa. Al menos, eso espero, porque hay escritores que acuden a ti en busca de que los elogies y los ayudes a mejorar con su escritura, por lo menos eso he oído.

Esta mañana llego un paquete tuyo, gracias por el libro que me has enviado, me siento orgullosa de ti, y la dedicatoria simplemente me ha dejado sin palabras, espero que en Paris te vaya bien con la publicación, como lo ha sido aquí. Por eso también te he adjuntado las cartas de tus lectores, aún están llegando al apartamento, creo que para algunos ha sido difícil localizarte. Quiero pensar que aún hay personas allí afuera que te leen y te comprenden, y que no intentan lastimarte, pudiendo hacerlo. Espero empezar a leerte pronto

Creo que ahora debería ir a descansar. Es muy tarde. Espero estés bien, y que te vaya bien en tu viaje a Holanda. Por cierto ya estoy terminando mi libro, espero mandarlo pronto a la editorial, sin embargo te mandaré una copia antes para que lo leas.

Te dejo ahora sí, amor mío, ashh como odio dejarte…
Con cariño, Manuela Zimmerman.

Euterpe ©

sábado, 26 de abril de 2014

DELEITE

Imagen. Sara Herranz

No temo a la muerte,
y así triste y desalentada,
llorando sin lágrimas, 
camino por senderos, 
inciertos y oscuros,

refugiándome en el mar
de la desesperanza,
miro el velo descender,
en esta soledad sin letras,
que callan al sol cada vez
que alumbra las montañas.
La tierra muere, y la tristeza
se derrama por el universo y así,
un poco sola, un poco vacía,
reclamo a Dios compañía
de seres que lleguen sin tiempo

en este cuerpo, en el que la
vida se desvanece, vivo yo.
Las letras, únicas acompañantes
recorren mis diarios, narrándole
al mundo mis duelos callados,
donde narro mis dolores y angustias,
intentando romper los barrotes
de mi alma hecha pedazos.
Las noches entonces, son la luz
donde danzan mis versos cantando
al unisono mis silencios,

no es casualidad, 
que mis lágrimas
cuenten historias calladas, 
de celdas que encierran mis 
sueños, y mis alegrías.
Espejos desconocidos reflejan 
mi pasado, en historias de voces 
inciertas, que marchitan lo imposible, 
lo incierto, borrando los caminos 
recorridos por ciudades y pueblos,
interrumpiendo la trayectoria de mis pasos.
Mi lampará se apaga, y mi voz 
moribunda grita al viento que no oye, 
palabras sin sentido que aunque están 
siendo devoradas, reclaman e 
imploran por un TE necesito,

mi conquista ahora, 
es el cielo sin nubes, 
la belleza sin tristezas, 
lo desconocido sin miedos, 
la multitud en soledad, 
y el deleite de la vida, 
sin muerte.


Euterpe ©

viernes, 25 de abril de 2014

CARTA Nº 16

Imagen. Sara Herranz


Acabo de llegar, he caminado desde el Parque Nacional, hasta el Parque Babaría, bajando hasta la U Nacional, la ropa me huele a calle, a desahucio, a soledad prematura, y melancolía sin sello de lágrimas. Esta semana recibí 100 pesos por parte del periódico por mis cuentos, los cuales guardaré para llamarte en estos días, solo porque deseo escuchar tu voz, aunque leerte es suficiente, pero quiero hablar contigo, escucharte de vez en cuando es bueno, en la lectura se tiende a perder la voz del otro, no sé si a ti te pase igual, pero a mi si, se me tiende a desvanecer la voz, y la lectura se convierte en un soliloquio prematuro.

Es una lástima que estés tan lejos, quisiera recitarte poemas de Benedetti, para luego hacer el amor desenfrenadamente, y por ultimo salir a caminar tomados de la mano, beber alcohol, fumar marihuana, y mirar el cielo llorar con sus estrellas brillantes que solo nos muestran lo sola y apagada que se encuentra la luna. La muerte pulula ante mis pies, ¿será el encierro?, no lo sé.

No he parado de escribir durante días, cuentos y poemas de toda clase, y está a punto de explotarse mi cabeza, quizás también es porque siento una gran preocupación por mi existir, y en verdad amor mío, lo único que deseo es escribir, escribir, escribir, escribir, escribir (bis)... Y luego, si puedo, dormir un poco.

Amor, te llamaré pronto, te pido que en tu próxima carta me envíes la hora bogotana a la que puedo llamarte, tu sabes que yo no sé nada del cambio de horario. Adjunto una foto mía en el parque del virrey, y también una foto del árbol al que le solías hablar para no sentirte solo, me pregunto si te extrañará,  dicen que los arboles tienen memoria; y tu amigo Fernando Rey, te manda saludes, me lo he encontrado hace dos días en el parque Lourdes, lo vi un poco triste, quizás su novia volvió a dejarlo, además tenía pinta de no haberse bañado en días, sin embargo me dijo que estaba bien, pregunto por ti y le dije que estabas bien, y que pronto regresarás, marco una leve sonrisa en su boca, se despidió de mí y se alejó con pasos lentos y tambaleantes.

Te dejo amor mío, no me olvides tan pronto y sigue esperando mis cartas.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Euterpe ©

sábado, 19 de abril de 2014

CARTA Nº 15

Imagen. Sara Herranz

Hubiese entregado mi vida a Dios, antes de nacer, para nunca haber ardido por dentro, como cuando la tristeza apuñala tus entrañas, buscando palabras que no encuentras bajo las sabanas de la vida. En este cuerpo sobrevivo, ante la inminente existencia, descifro mi dolor con letras que nadie lee, ni perfuma; la poesía compañera de noches inciertas resuena ante la tristeza de mi alma que carcome las angustias y las voces quebradas de versos que no llegan. Las noches hierben como sangre caliente, mientras mis manos que no logran escribir se quiebran ante el temblor de la desesperanza y la enfermedad, porque un dolor así no se quita con cualquier remedio, un dolor así se sufre con la mayor de las agonías, sin pastillas, ni recebo que magulle las heridas. La soledad abraza mis días, un cigarrillo y varios libros acompañan mis madrugadas cuando la luna se esconde para darle paso al sol, mi vela está por apagarse, y aun no escribo algo que valga la pena, mi desvelo parece durar para siempre, apoderándose de pensamientos que afligen mis sentidos, no conozco la vida, ni la alegría de la que suele hablar la gente, estoy condenada al desamor, al temor de mis noches, y de las sombras que persiguen mi vida, ya ni escucho los palpito de mi corazón que se esconden detrás de la oscuridad que habita mi ser.

Yo solía pensar en mi infancia que la vida era vida porque valía la pena vivirla, pero ahora es solo una imagen bizarra e hiperbórea que rodea difusamente mi mente, ahora me meo sobre un asilo miserable de melancolía sin razón, convirtiéndome en una carga para los que me rodean, no merezco la vida, no merezco ser ese alguien que deba estar a tu lado, no merezco tu cariño. Esta tristeza desolada es una característica de mi propio exilio, quiero gritar sobre cualquier montaña, llorar hasta quedarme dormida para nunca más despertar, dime amor ¿merezco tu cariño?, no quiero despertarme de nuevo con el alma vacía, llena de telarañas y pesares inciertos. Ahora me doy cuenta de cuanto me faltas, de cuanto extraño tu cuerpo, tus labios, tus manos, tus brazos...

Quiero que sepas que todo este tiempo a tu lado ha sido algo esplendido, y maravilloso, y aunque esta espera inenarrable sea producto de mis amargos días, quiero que sepas que aun te espero con anhelo, aunque mi cabeza sea un laberinto incierto y oscuro, aunque mis piernas no sepan qué paso dar cada día que estoy frente a mi cama al despertar, aunque mi corazón presiente soledad y desahucio, te espero amor mío, te espero. 

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Euterpe ©

jueves, 17 de abril de 2014

CARTA Nº 14



Un mes sin escribirte, amor mío, esto en verdad me parece un desatino. Pero créeme que no he dejado de pensarte. Quiero recordarte que he adjuntado todos mis escritos que he publicado en el periódico en este mes y medio, también quiero decirte que tus cartas han llegado en buen estado, sin embargo se han perdido algunas en el estrecho viaje hasta aquí. 

Llevo noches pariendo y abortando letras que no son más que peroratas amargas, y por eso he acortado las cartas. Pareciera a veces que estuviera alimentando las palabras de una mariposa sin alas, y jubilando las letras de una joven sin memoria. Pero el alud de tus cartas reaviva mi sentir, apagado a veces por la rutina y la desesperanza, tú sabes como es Bogotá cuando el sol no brilla. 

Oprimiendo entonces este lápiz contra el papel deseo atiborrar la urbe de mi desolada juventud, diciéndote que te extraño, y que el terciopelo de mis lágrimas se acentúa por mis pómulos cada vez que no te tengo a mi lado, y el resplandor de mi vida poco a poco se apaga. Quisiera traducirte en letras, este mi mayor duelo, pero no hay huellas que desplieguen mi alma ante estos vulgares sentimientos.


Cada mañana al extender mi mano sobre nuestro lecho, no encuentro más que mi sombra donde solo habitan fantasmas monótonos, pues buscarte a mí misma en ti, ha sido la peor profesión que he tenido que soportar, y me pregunto ¿cuántos días más, cuantos meses estarás lejos de mí? Mi corazón es un vasto repertorio de heridas pasadas, no quiero que tú te conviertas en una de ellas, quiero tenerte cerca, para ver tu sonrisa iluminar mis días, porque no entiendo esta variedad de sutilezas, que no justifican mi existencia, ¿acaso es tarde para continuar?, pero si mi corazón es una verdadera amante, espero soporte tu ausencia que ha de continuar, y aunque muerta me encuentres, el amor no morirá jamás. Solo quiero que lo sepas, y no estoy desvariando, créeme que hablo con la mayor de mis sinceridades, mi alma resuena como el aleteo de un pájaro invencible, aunque huela a muerte y a olvido, mientras sepa que existes levantaré la cabeza al cielo, el escenario ahora es tu espera, y la obra aún no tiene final.

Con cariño, Manuela Zimmerman.
Euterpe © 

sábado, 12 de abril de 2014

EL ASESINO SIN ROSTRO

A Poe y Caicedo


Siendo niño me encantaba sonreír, caminar bajo los árboles que rodeaban mi casa e imaginarme abrazar las nubes de algodón acostado sobre el llano de una pequeña montaña donde mi abuelo solía contarme cuentos de Chejov y Poe, quizás, no lo sé, fue culpa de mi abuelo que al llegar a la adolescencia mi expresión tierna fue cambiando a fuertes sentimientos de rabia incontrolables hacia todo aquel que deseara acercarse o interponerse en mi camino. Durante cinco largos años, tome apuntes donde describía ambivalentemente mis emociones a través de poemas y cuentos, que solo eran para mí la vergüenza de lo que mi mente se estaba convirtiendo. A los 19 años tenía una gran colección de cuadernos escritos a mano donde perfeccionaba mis escritos en algo que nunca pensé que fuera a hacerse realidad y cuya historia les narrare a continuación.

A mediados de 1987, tenía yo 26 años, aun no me había casado, no había terminado ninguna de las carreras que había decidido empezar a estudiar, había pasado por la Ingeniería, luego por la Literatura, por último hice un curso que tampoco termine sobre fotografía, y desgraciadamente vivía aún con mis padres, dos ancianos pensionados de 64 y 75 años de edad que no hacían más que criticar a los jóvenes y ver las noticias durante todo el día.

Yo era un joven con una vida desordenada, me levantaba a las 12 del día, me vestía sin bañarme, y enseguida salía a verme con Fred en su apartamento donde consumíamos una gran cantidad de drogas, salíamos en las noches a robar en casas vecinas, y luego volvíamos al apartamento para seguir drogándonos; a veces Fred llevaba una que otra nenita, y yo los grababa con su cámara de video sanyo mientras apasionadamente hacían el amor, viendo las caras a estas putas sollozar, gritar, gemir, si, si, si así más rápido, no pares. Pero un 13 de mayo del año en mención, encontré a Fred muerto sobre su sofá con una aguja inyectada sobre su brazo izquierdo, lo más triste de todo es que sus padres y su hermana Elisa ni siquiera fueron al entierro,  quizás sentían vergüenza de su hijo drogadicto, pues los padres de Fred eran reconocidos en la ciudad por su alto estatus económico, su padre dueño de una importante compañía de petróleo importaba y exportaba gran cantidad de este producto por todo el mundo, Elisa era entonces la hija favorita de ellos, quien tuvo la fortuna de estudiar en una de las Universidades más prestigiosas de Estados Unidos por sus altas calificaciones, y además de eso por su reconocido talento en el piano de cola; mientras que Fred era un joven de 27 años adicto a la heroína que solo hizo hasta cuarto semestre de Literatura, y cuyo talento por la escritura nunca fue reconocido, aunque ganó algunos premios a nivel nacional de cuento, y por parte de sus padres nunca recibió apoyo como él siempre lo deseo, hasta escribió un cuento sobre eso llamado “Una noche sin olas”, pues el padre de Fred siempre lo incito a que estudiara Economía. Yo conocí a Fred hace maso menos 6 años, en un concurso de cuento en el que los dos disputamos la final, donde él ganó el primer puesto. Empezamos desde ese momento a salir para hablar sobre literatura y forjamos así una gran amistad, desde ese entonces Fred ya consumía drogas, incluso ya había estado en varios centros de rehabilitación sin obtener algún resultado favorable, y sus padres lo habían echado de la casa hacia maso menos nueve meses, y vivía desde entonces solo en un apartamento que su hermana le había rentado. Fred decidió no seguir estudiando, y desde ese momento sus padres nunca más volvieron a responder por él, quizás también por culpa del divorcio que sus padres acababan de vivir, meses más tarde, su hermana Elisa se fue a vivir a París y Fred se hundió por completo en las drogas, su única compañía que le quedaba era la mía y la de su perro, un pastor alemán llamado Doggy, pero mi personalidad por esa época era muy cambiante, vivía irritable, melancólico, indiferente ante los sentimientos de los demás, y algunas veces era demasiado agresivo.

Después de la muerte de Fred, me encerré en mi habitación durante meses, no soportaba la idea de que Fred estuviese muerto, y repentinamente comencé a tener espacios en que no podía diferenciar la fantasía de la realidad, empecé a escuchar la voz de Fred que me hablaba y me metí más en las drogas y a tomar Valium para dejar de escuchar las voces, pero cada día su voz se hacía más fuerte, enseguida de otras que lo acompañaban incesantemente. Una noche desesperado después de llevar cinco noches sin dormir, decidí salir de mi casa y me dirigí al apartamento donde vivía Fred, su perro Doggy aún estaba allí aunque demacrado por la falta de comida, en ese instante algo se apoderó de mí, levanté a Doggy con mis dos brazos y haciendo fuerza hacia abajo le quebré  la columna vertebral con mi pierna derecha, enseguida tome un cuchillo de la cocina, lo abrí por el vientre, le saque los intestinos, le corte la cabeza, las patas, la cola, y lo vertí en agua caliente, enseguida salí del apartamento y me dirigí a mi casa. Dos meses más tarde, mientras miraba obnubiladamente la TV, escuche de nuevo unas voces que me gritaban y de repente una rabia inexplicable se apoderó de mí, y en un instante todo se tornó negro, algo o alguien de nuevo se apoderó de mí. Al día siguiente me levanté como de costumbre, empecé a percibir que toda la casa emanaba un silencio de cementerio, baje las escaleras, y allí estaba  mi padre degollado en el sofá de la sala, la cabeza le colgaba hacia atrás, mientras su mano derecha petrificada sujetaba un vaso de whisky, grité desesperadamente llamando a mi madre, subí las escaleras corriendo aterrorizado por lo que acababa de presenciar, al llegar a su habitación allí estaba ella apuñalada, con un cuchillo incrustado en el cuello, justo donde se pronuncia la yugular, esa que le brotaba cada vez que me gritaba, sus manos amputadas colgaban sobre un cuadro que tenía mi foto, las paredes manchadas de sangre dibujaban un recorrido que llevaba el rastro justo a mi habitación, al asomar mi cabeza temiendo de que lo que fuese a encontrar me llevaría con un pase directo a la cárcel como sospechoso de homicidio, pero no, allí estaba Fred sentado en mi cama con las manos manchadas de sangre, mientras veía obnubilado un programa de TV, enseguida hice lo mismo, me senté junto a él, prepare un poco de heroína, la compartí con Fred, luego me recosté en el suelo mirando el techo girar, hasta quedarme dormido. A la mañana siguiente, tome los cuerpos de mis padres, y obrando a sangre fría los descuartice, empaque los dos cuerpos en tres maletas, y metiéndolos al baúl del carro, los lleve a un pueblo cercano donde los enterré mientras mis ojos disipaban las lágrimas y la más amarga culpa apretaba mi corazón.

Si bien no estaba conforme con lo que acababa de suceder, decidí ir al acecho de otras cuantas víctimas, el siguiente en la lista fue Mario, un compañero del colegio que hizo mi vida imposible, llegue a su apartamento y poseído de nuevo por una ira incontrolable, lo ahorqué en la sala. Luego me dirigí a la casa de Ross, una puta que tuve que se fue con otro mientras yo enamorado moría por ella, al llegar a su casa la amarre a los barrotes de su cama, le ampute las tetas mientras gemía de dolor y la degollé. Luego fui a la casa de mi tío Roberto, el muy hijueputa me violó durante 5 años de mi vida, le corte las manos, y le prendí fuego en el jardín de su casa. A los dos meses de haber cometido algunos asesinatos, los periodistas y policías se volvían locos al no encontrar al asesino de tan repugnantes asesinatos, y mi imaginación hacía estragos sobre mi conciencia aturdida y adicta a la sangre, nunca llegue a lamentar la muerte de alguna de mis víctimas, cuando había llegado a la lista de casi 23 víctimas, volví al recóndito silencio de mi habitación, saqué una botella de whisky del armario de mi padre, un poco de LSD y me acosté sobre mi cama, mirando el techo donde tenía todas las fotografías de las víctimas que había asesinado, me encantaba recordar con detalle lo que les había hecho a cada una, mientras los colores hiperbóreos recorrían mi habitación, cerré los ojos alucinados, y tapándome los oídos con la almohada tratando de no escuchar las voces que rodeaban mi habitación, de repente perdí la conciencia y la línea con la realidad con la que siempre intente luchar por mantener, desapareció.


Años después mi razón retornó, un hombre de bata blanca y de apellido Monroe me ha dicho que llevo 9 años en el manicomio del condado. Y disipándome del sueño y de los vapores que produce el tiempo, siento por primera vez en mi vida una profunda consternación que se mezcla con el remordimiento de mis crímenes cometidos durante ocho años, parece ser que la muerte de mis padres, y la de Fred no fueron mis únicos actos violentos, se suman  36 personas más, entre ellos, niños, ancianos y jóvenes entre los 13 y 16 años de edad, todos degollados, descuartizados o amputados, aun así mis sentimientos siguen siendo débiles y ambiguos ante semejantes masacres. Fred parece nunca haber existido, al día siguiente los periódicos recorrieron la ciudad con un gran titular en letras mayúsculas, “EL ASESINO SIN ROSTRO: REGRESA”.  

Euterpe ©- SOLILOQUIO II

lunes, 24 de marzo de 2014

LOS “ETTI”



Escribo para mí. Para mi placer. Para mi vicio. Para mi propia condenación. (Juan Carlos Onetti)

En un texto que leía estos días, Paul Auster escribía: “La literatura es una fuerza en el mundo y no me imagino la vida sin literatura. La vida sin arte es inimaginable…” refiriendo su notable preocupación por  estas en la actualidad, pero afortunadamente los dos logramos concluir, no sé si irónicamente, que la muerte de la literatura es algo que no se va a producir, por lo menos ahora. Lo que sí está claro es que lo que va a cambiar es la forma de cómo acceder a la lectura, pues es inevitable la oleada tecnológica que hoy ya abarca al mundo.

Si algo hay evidente es la necesidad imperante que existe hoy por la escritura, y que existe tristemente detrás de las habitaciones oscuras, de los jóvenes solitarios y artistas, de los silencios llenos de letras escritas en cuadernos escondidos bajo las almohadas y las tablas de los pisos de nuestras habitaciones, en donde impera la timidez y la baja autoestima; un personaje de esta categoría podría retratarlo mejor Juan Carlos Onetti, que lo que podría hacerlo yo. Pero, afortunados aquellos que logran abrir los brazos al mundo exterior literario, para ser escuchados y vitoreados, o en el peor de los casos abucheados por diversos artistas.  

Escribir hoy un cuento que supere las 20 páginas como nos lo sugiere Mario Benedetti, una nouvelle que traspase las 50 páginas o una novela que contenga unas 45.000 palabras podría considerarse un arte casi imposible de alcanzar fuera de los hogares de escritores “comunes”, es decir de aquellos que deseen ganarse un puesto en el mundo literario de hoy, teniendo en cuenta las problemáticas sociales que abarcan las sociedades Latinoamericanas donde impera la pobreza, el analfabetismo, el fracaso escolar, el iletrismo, etc.; y por otro lado, nos encontramos con los “nuevos” intereses editoriales, que se han convertido en instituciones elitistas, preocupados por meras versiones de escritos que lleguen a sectores específicos de la sociedad, generando así, una nueva democratización de la lectura y la escritura.
No hay como sentarse a tocar la guitarra, escuchar The Verve y escribir a luz de la madrugada, y es un hábito que yo personalmente no quisiera perder. Creo que con la música, la lectura y la escritura tenemos un poco de esa locura que combinada con el arte nos permite sobrepasar montañas y empapar el alma al ritmo de las notas musicales. Esto es cierto, estamos siendo a cada momento, y juntas o a la distancia trascendemos el tiempo, ese es el acto de mi quehacer cada día de mi existencia; allí puedo despojar y desnudar mi alma.

Onetti por ejemplo plasmara de forma casi naturalista este vacío existencialista propio de nuestra época, que anteriormente describía. Por ejemplo en su cuento llamado “El infierno tan temido”, él nos muestra ese lado de la máscara humana donde impera el dolor, los divorcios a temprana edad, los matrimonios no duraderos, la inconformidad con la vida, la resignación, el amor inseguro, la soledad, el suicidio; y que incluso el mismo Mario Benedetti plasmara en algunos de sus poemas como “Esa batalla”, y cuyo verso dice lo siguiente:

¿Cómo compaginar 

la aniquiladora 
idea de la muerte 
con ese incontenible 
afán de vida?


Existe efectivamente una necesidad de plasmar la vida, el cuentista intentará trabajar en los detalles, y el novelista cuya personalidad es mucho más ambiciosa tratará de trasmitir profundamente su postura ante la realidad que ve, que vive y siente, tratara así de darle forma desde los diferentes ángulos en los que esté ubicado, no importa qué tipo de texto escoja el escritor, pues este mismo es quien impondrá su propio ritmo. La escritura es un arte que necesita de grandes alas para volar, es esa ave fénix que con cada texto renace de las cenizas de cuyas letras han culminado con un FIN o un simple punto final. Todo aquel que camine por los senderos de la escritura notará que no existe determinante alguno para crear, nada de lo que se escribe es un juego, y mucho menos con la literatura que tanto nos ha dado, escribir sirve para reavivar el pasado, curar heridas que la vida misma ha provocado, y que ingenuamente las personas intentan sanar con los libros; pero, ¿podría un escritor de esta magnitud, responsabilizarse del sentir de aquellos quien lo leen, y de lo que estos interpretan? Lastimosamente no. Pero las letras hacen que todo esto misteriosamente perdure y prevalezca para siempre, y cuya desnudes está en la escrituraAl fin y al cabo, la historia como la escritura se acaba cuando la muerte nos llegue, aun así, estoy segura que las letras seguirán el camino que hemos trazado.


No cabe duda que el caminante (es decir el escritor) no solo ha de crear el camino, sino comprender que también él es el camino, no es de otra forma que los escritos surgieron y que se  perpetúan. Porque es cierto que no retornaremos, leeremos y se escribirán libros que hablarán de nosotros y de nuestras aventuras, llegaremos a la vejez solo para contarle al mundo, que el amor perenne si existe y que vivir en la cima de una montaña sin pensar en que hay más colinas por recorrer como lo decía Mandela también es posible, y por eso se escribe, como lo decía Benedetti, se escribe para contar la vida, se escribe porque el alma necesitas de las historias, de los versos, de palabras que agudicen nuestros sentidos. Se escribe porque las palabras nos dan el oxígeno que necesitamos cada día para respirar. Se escribe porque no nos sirve cerrar los ojos cada día simplemente para olvidar. Se escribe porque necesitamos aprender a morir en silencio. Se escribe para encontrarnos en lo perdido, en lo vago, en la nada y así poder levantarnos cada vez que nuestro cuerpo no puede aguantar más. Se escribe para huir del miedo, de la soledad, del insomnio, de las voces incesantes que no callan. Se escribe para orarle a Dios y exaltar en ella nuestras pobres plegarias. Se escribe porque estamos envejeciendo en el apuro del tiempo. Se escribe porque ya no nos queda nada más qué hacer. Pero ante todo, se escribe para aprender a ser felices aunque nos cueste la vida, y todas las letras del mundo. 

Euterpe ©- SOLILOQUIO II

miércoles, 19 de marzo de 2014

domingo, 16 de marzo de 2014

MISANTROPOSIS


Deseo no volver a salir de casa, para no tener que verle la cara a toda esa manda de idiotas que andan por las calles, corriendo de una lado a otro para que el bus no los deje, o el puto trasmilenio no les cierre la puerta en la cara. Luego tener que llegar a cualquiera de sus destinos para decirle al idiota que tiene al frente: “Buenos días, que maravilloso día está haciendo hoy”, mientras por dentro te cagas de la puta melancolía, pensando en tu maldita noche de insomnio y de las lágrimas que derramaste sin saber por qué. 
Si eres un joven con “oportunidades”, sales al colegio o a tu universidad creyendo que algún día el estudio o tu carrera te dará dinero para vivir mejor y tener más de lo que has tenido; y si eres un pinche adulto llegas al trabajo como cualquier día, sin darte cuenta que los de arriba del organigrama, se cagan sobre ti cada día de tu existencia. Pero, ¿Qué decir de aquellos que no tienen que llegar a cumplir con un puto horario?, de esos que trabajan en la calle, o de esos que se suben y bajan de los buses, para que algún marica les de dinero, mientras por dentro sienten lástima de sus propias vidas: “Pobre ciego, que bueno que yo puedo ver”, “pobre mujer, la tiene peor que yo”, “pobre anciano, debería ir a quejarse con el gobierno”, “pobre man, perdió los dientes por la droga” y en estas situaciones no se salva ni el cojo, ni el manco, ni el bizco, ni el parapléjico, ni el boquete, ni el desplazado, ni los músicos…y así sucesivamente, e indefinidamente. Ah! pero eso si, no me jodan con sus paros de mierda, que no sirven para nada, y menos cuando lo quieren todo regalado, hasta allá tampoco. 
Y los de estatus altos (discese de los estratos 5 y 6), imitan estar trabajando mientras piensan cómo gastar su pobre sueldo millonario, o cómo ganar más sin tener que hacer el menor esfuerzo, manteniendo así su estatus quo, hacen viajes cortos unas cuantas veces al año (no a Melgar, Mesitas del colegio, Anapoima, Girardot, como la gente normal; o a menos que allí tengan una lujosa finca, a la cual van una vez al año), sino “pequeños” viajes al Asia, África y Europa; y además de eso son maravillosamente modestos, y amarrados (porque temen perder sus centavitos), ¿irónico, cierto? Si supieran, o quizás tuviesen la mínima idea de que hay familias en nuestra patria en que con un mínimo la comida alcanza como sea para tres, seis, diez personas, incluso para sus perros, que en la mayoría de veces son más de dos. Y me vale culo sus fundaciones de mierda, porque las problemáticas seguirán arrastrando más abajo a las minorías. 
Si, mis queridos lectores, esto se llama REALIDAD, les presento una parte de ella. La vida no es esa que ves todos los días sentado en tu carro, o en tu cama lujosa viendo la televisión, ni detrás de tu auto de vidrios blindados mientras tu guardaespaldas conduce por estas cagadas calles. Invito a que recorras esta podrida ciudad para que te des cuenta de lo injusta y desbordante que es la existencia, y así  dejes de repetir como borregos: “Así es la vida”.
hum! que bueno que la mayoría olvida que el suicidio es existe. 

viernes, 14 de marzo de 2014

Lamb - Gabriel



This song breaks the soul!

"I can fly, but I want his wings
I can shine even in the darkness
but I crave the light that he brings
I can love, but I need his heart".







CARTA Nº 13



No ha llegado el correo aún, parece ser que ha habido problemas serios con la llegada de mercancía a Bogotá,pero por ahora no han habido problemas con la salida de esta, lo que es supremamente raro,además de eso el gerente de la empresa ha renunciado, y quien ha tomado el cargo ahora, no ha logrado organizarse; eso me lo ha dicho Ana, quien es la que siempre me entrega el correo. Lo que me hace pensar que has estando leyendo mis cartas. 

La semana pasada Marcos por fin acepto algunos escritos míos, le han gustado y me dijo que empezarán a publicarlos prontamente en el periódico de los martes en la última sección, estoy ansiosa de ver mi nombre allí. En verdad no tienes idea, de cuánto tiempo les he dedicado, han sido horas y horas de escritura, y cada uno de mis cuentos los he pegado en las paredes de mi habitación para seguir la secuencia y así, mantenerme al tanto con la escritura. Verás cuando regreses que mi apartamento esta hecho un caos, hojas escritas a máquina por todos lados, y libros en el suelo que no paro de leer y releer. Pero esto es lo de menos ahora, te enviaré apenas pueda el primer ejemplar que me llegue del periódico del martes para que lo leas; te lo prometo.

Quiero contarte que las noches han sido como un torbellino ausente de desolación, y creo haber visto tu sombra recorrer a pasos lentos los pasillos de mi habitación, percibo tu aroma en las paredes, en el piso, en los tapetes, en las hojas de mis libros y revistas, en la comida…y me pregunto, ¿Si esto que siento es culpa del aislamiento, o si es simplemente una forma que tiene mi alma de desahogarme de ti? Llevo días sin salir de aquí porque te veo en la calle, en los buses, en los restaurantes, en todo lugar al que voy, y no soporto esa desdichada sensación. La soledad es como un puñal que atraviesa mi ser, y no basta escribirle a la nada, porque tú no estás aquí, tus fotos se han convertido en una imagen alucinada que mis sentidos no logran entender. Creo que la vida me está haciendo pedazos, y no sé cómo evitarlo. Esta es la hora que no sé si es de día o si es de noche, porque mi cuerpo solo te espera a ti.

El poco dinero que tengo y que me ha dado por adelantado Marcos por mis cuentos, lo he gastado en libros, que afortunadamente la librería no ha tenido inconveniente de enviarme, también en alcohol, cigarrillos y un poco  de marihuana, solo porque deseo recordar viejos tiempos, cuando los dos nos sentábamos en algún parque a hablar con los árboles, y de tu gato rojo llamado Thomas.  Dirás que vivo en los recuerdos, pero yo creo que todos vivimos de ellos, aunque odio mi pasado, más de lo que odio a mi propia vida; ayer llego una carta de mi madre, diciendo que mi padre ha fallecido, me ha enviado dinero para el pasaje (y supongo que también lo ha hecho con mi hermano), pero en verdad no me importa nada, estoy acostumbrada a la muerte, y sé que él ahora está mejor sin nosotras. Yo no quiero que te conmuevas por esto que te estoy contando, ni que me digas que necesito un puto loquero, pues no hay presente más soportable que una vida sin ellos, conozco la muerte y no necesito verla en él.

Amor, realmente estoy ansiosa de saber cómo estas, miro el reloj cada segundo y el teléfono esperando esa llamada que me diga que han llegado los correos, y que puedo ir a recogerlos; y es que solo necesito escuchar tu voz cantar en mi cabeza, no soporto más mis pensamientos, y necesito con urgencia alguien que las acompañe, no quiero llegar sola a la inanición que trae la existencia del cuerpo humano. Mi alimento eres tú, mi vida es contigo. Y es que no sé cuánto tiempo más soportare la ponzoña que trae el destierro de la ausencia.

Esperándote de algún forma,
imposibilitada para llorar cuando la soledad observa.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Euterpe © - Cartas de Manuela Zimmerman. 

miércoles, 12 de marzo de 2014

sábado, 8 de marzo de 2014

CARTA Nº 12



-Manuela, Manuela, Ma… gritaban repetidamente anoche mientras intentaba conciliar el sueño, y abrazando temerosamente y conmocionada la almohada por lo que allí me sucedía, decidí vestirme y salir a caminar. Recorrí la séptima con 57, hasta llegar al Parque Nacional, donde me fume algunos cigarrillos y le escribí al firmamento que me miraba cautelosamente en esa soledad que me abarcaba, pensando al mismo tiempo en cuándo regresarás. Tú sabes, me siento desesperada, pues aún no han llegado tus cartas, aunque el cartero me ha dicho que ha sido por retrasos de la empresa y que parece que las cajas de los correos las confundieron, las cuales no llegaron a Bogotá, sino a otra ciudad. Las llamadas internacionales también son un caos, y las líneas se caen con facilidad, además su costo es muy elevado, y tú sabes que yo solo vivo de la escritura.  De paso, estos días he mandado algunos escritos a la Revista PLP, hable con un tal Marcos Rodríguez quien se ha interesado por mis cuentos cortos, aun así el pago no es bueno, quedo de llamarme este mes para confirmarme lo del trabajo.

Estos días me he dedicado a la escritura, a la lectura y a pensar en ti, muchas veces he deseado desesperadamente que una voz interrumpa mis silencios, pues es la única forma de liberarme del miedo y de esas voces en mi cabeza que me atormentan. Pero, se me magulla el alma de pensar que quizás tú estés empezando a olvidarme; pero no te preocupes, aún no he caído en la tristeza absoluta del abandono, pero amor mío, me hace mucha falta tu cariño, porque el mío empieza a agotarse y a endurecerse, y no quiero echar a perder nada de esto, es que no quiero volver a los caminos de antes, esos que recorría antes de conocerte, ese mundo lejano en que la vida me arrastraba y me azotaba sin permiso. Espero algún día llegues a comprender cuanto te quiero, y lo repito sin vergüenza ¡Te quiero!, esta es nuestra aurora que nos calienta cuando tenemos frío, que nos da esperanza en nuestra soledad, y donde los poemas se convierte en el himno de nuestro amor.

Nunca creí que esta separación temporal, me fuera a atormentar tanto. Y ahora, no sé con qué conformarme, solo tengo pedacitos de pensamientos tuyos envejecidos en mi armario, aunque solo las abro para besar tu nombre.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

Euterpe ©- Cartas de Manuela Zimmerman. 

XXIV.

¿Crees que soy de esas mujeres, 
capaces de soporta la soledad?
- Pues no. Cada día sueño con
que una voz interrumpa mis silencios. 

Euterpe © - SOLILOQUIO II

jueves, 6 de marzo de 2014

RECUERDOS I




Recuerdo cuanto tenia seis años mirar a mi madre ha hurtadillas en su habitación vestirse; a las seis de la mañana ella sacaba cada una de sus prendas delicadamente, las colocaba sobre la cama, y las ordenaba por colores como si estuviese ordenando un arco iris, allí veía entonces ese armario que era una gran caja de Pandora para mi, y cuyo olor a mujer penetraba en mi nariz. Su piel joven relucía en la habitación como una joya cuyo valor no tenia ningún precio, su sonrisa se iluminaba con cada prenda que se colocaba, reluciendo su hermosa juventud. Ahora, casi veinte años después, no tengo que entrar a su habitación para ver su desnudez, hoy toda ella me confirma el deterioro que produce la vida en un cuerpo que intenta soportarlo todo, pero sé que no es culpa de ella, sino del tiempo, que con los pliegues de sus arrugas confirman la lucha de sesenta años en un mundo que no agradece nuestra existencia. 

Euterpe © - Libro: SOLILOQUIO II

miércoles, 5 de marzo de 2014

XXIII. Apología de un escritor



Quienes lean algún día mis líneas (si es que las leen), espero que entiendan que ninguna de mis palabras va dirigida a ellos, y mucho menos a que les guste, formando una imagen falsa de mí y de mi torpe conciencia. Nada de lo que escribo es un juego, y mucho menos con la literatura, que tantas cosas nos ha dado. No crean, amigos míos, que mis letras son para reavivar su pasado, y curar las heridas que su misma vida se ha generado, y que ingenuamente intentan sanar con los libros. Pues yo ni sé quién soy, y de dónde diablos vengo, ¿podría entonces yo, responsabilizarme de su sentir, sobre lo que escribo, y sobre lo que ustedes interpretan? Lastimosamente no. Lo que escribo aquí, es para que lo tengan presente y sepan a qué condiciones atenerse mis queridos lectores. Ni siquiera me importa la cantidad de escritos que todas mis personalidades hayan creado, desterrandome de mi pasado, de mi presente y mi futuro en todo momento continuo, que me llevan perdurablemente al olvido. Pero las letras hacen que todo esto misteriosamente perdure y prevalezca para siempre, y cuya desnudes esta en MI ESCRITURA. 

Euterpe © - SOLILOQUIO II