Habrá un día en que las verdades y los sueños trazaran las noches y las
mañanas en versos alegres, que como epifanías acompañarán las almas de los
seres que con sosiego viajarán sobre los cantos y los corazones de quienes aman
la vida, rodeando en pétalos las medallas del tiempo, y confiando en que algún
día te despertarás admirando el horizonte como si fuésemos hijos del viento.
Las tristes azucenas se incorporaran en el nicho de las estrellas
amarillas, mientras se reinventan las lenguas a la forma de las nubes que
acompañarán tus madrugadas ignotas, venciendo a la razón que no deja pulverizar
en tus ojos el rasgo de las sonrisas que se asemejan al vuelo de las mariposas
y a los otoños desbordados; los ecos crisparan tus pómulos sonrojados
a la espera de una revolución, que fuerce a la conquista de
los abyectos y desarmados, dejando a cambio tus penas en la alborada
bajo la sombra de un ramaje, mientras los grillos adormecen la noche, exaltando
la conciencia de los pobres y marginados. Tu deber será engañar a la
melancolía, ignorando tus miedos, tus tristezas y tus soledades. Restregarás
tus triunfos en la cara de cada una de las letras del alfabeto mientras caen a
pedazos los versos de Pessoa sobre tu cuerpo, y vivirás sin vergüenza tu
vida al estilo Quino y Coelho.
Dirás no al existencialismo barato y a las madrugadas frágiles, te
despojarás de las nostalgias y las desdichas de tu vida, de tus estados
delirantes, de la marihuana y la heroína, frecuentarás clubes literarios y
ancianatos; pues tu pasado es tan solo la calleja del averno y de tu insania
inevitable.
Carlotta de Borbonet ©
Julie P. Lizcano Roa
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