Seguro haz de esperar la autodestrucción que te
liberara de los sacrificios inútiles intentando encontrar una ruta que te saque de la profundidad del océano y de estas
tierras rodeadas de llamas, donde una comedia inútil se prepara para empezar.
Odias verte al espejo porque
sabes que eres huésped de la derrota, mientras los fantasmas
acechan atraídos por tu locura que se resguarda bajo las bolsas de
tus ojos, marchitos al encuentro del ocaso entre fantásticos sueños
que se sumergen al son de tus pensamientos, oscuros y llanos. Ahora
te encuentras solo y huérfano como un personaje de Dickens o Poe,
intentando liberarte de tanta mierda que corroe tus pensamientos, e intentando
llegar a la ataraxia de tu espíritu al estilo de los filósofos de la
antigua Grecia, quebrando los
barrotes que te encierran, que te atrapan, que te ciñen como una cascara vacía
mientras intentas avanzar en orden cronológico entre espirales adocenados, y
así evitar reírse y llorar; pues esto justificaría el por qué haz de
marchitarte cada vez que recuerdas la vida y concluyes que Benedetti tenía
razón al decir que la nostalgia es un rasgo del exilio. ¿Cuán perdida esta tu vida ante la batalla de las palabras y los afectos? por ello renuncias, te desligas, y te abandonas a la guerra entre el desconcierto y la rabia en una espera inenarrable, como la poesía que no tiene voz, que nace de los escombros y la basura.
Carlotta de Borbonet ©
Julie P. Lizcano Roa
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