Aminora el maldito ideal de estar pensando
en todo, de atrapar el silencio y darse cuenta que no tiene nombre, que las
palabras se enredan en la punta de tus palmas, de tu lengua, de tu infierno
mental, de tu constante contradicción. Nada cambia, te sientes igual, y
entonces sucumbes como un reloj sin pila ante el tiempo, sabes que tu juventud
espera atento a las señales que sin cobardía han atrapado a los aventureros, a
los que aún no han muerto, y te camuflas en un traje negro donde la soledad ha hecho
nido como si las ratas que viven en el exterior no fuesen suficientes para
ahogar el mundo con sus penas. Nada basta, sientes que la calma defeca frente a
tus angustias, llegan las lagunas, el aburrimiento, la vejez, y la vida se
retuerce mientras agoniza ante tus pies; la aglomeración limita tu deseo de
correr y entonces, caes en una nube ácida que te encierra de la libertad de ver
el sol de nuevo y mueres, mientras de tus entrañas salen aves amarillas.
Carlotta de Borbonet ©
Julie P. Lizcano Roa
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