Siento que me hallo al borde de un terremoto,
a punto de explotar causado por todo lo que me
puede llegar a ofrecer la existencia o la mismísima
perspectiva de muerte. Muero de odio,
de compasión, de amor, de soledad, de todo
lo que se me pueda atravesar por este mundo.
Todo esto me pone al borde del abismo.
Son momentos extremos que en mí me ponen
en una Nada casi absoluta, se dilata entonces una
locura profunda casi imperfecta, más allá de las
fronteras del Himalaya, al margen de la luz donde se
pierde la noche. Me expando hacia una plétora
salvaje que me proyecta al vacío de lo inocuo.
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