Tengo miedo, mi vida es un arquetipo difícil de descifrar. Recostada sobre el pasto observo los árboles que me rodean y me cuestiono sobre la existencia humana y lo ignorante que es. Por ejemplo, sobre esas mujeres que se casan con hombres que las maltratan, que las dejan y vuelven con ellos tiempo después; sobre las parejas que deciden traer hijos a este mundo de mierda; sobre los políticos y sus estupideces y sobre los que siguen votando por ellos; sobre los que salen a marchar, pero no saben por qué marchan y rompen lo sagrado del pueblo y así sucesivamente.
Tiempo después, se halla sentada en la banca de una silla del parque. Deseando fumarse un cigarrillo o un cacho de marihuana bien grande. El día está gris, el sol se esconde tras las nubes. Se escuchan voces y sonidos. Personas que gritan y ríen. Y ella ¿Qué hace? ¿Dónde está?
Es casi el primer fin de semana del año, ¿le afecta saber eso? Si. Un fin de semana de verano primaveral, de perfumes fríos y angustias dolorosas, una metamorfosis casi imperceptible. Odiaba ese fin de semana, pero ella no lo sabía, Dios/a sí. ¡Sábado! El parque parecía oscurecerse mientras luchaba contra una ansiedad profunda (ataque de pánico lo llamaba su psicóloga). Se irritó. Le era difícil mantener la calma y saber diferenciar entre una respiración y otra. Le era más fácil manejar un reloj sin velocidad de tiempo. Cerró los ojos fuertemente y cuando volvió a abrirlos, la alucinación ya había desaparecido. ¡Qué sensación de vacío!, se dijo así misma. De la felicidad solo el nombre conocemos.
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