Sara Herranz Illustration
Mis lecturas se han vuelto tan lentas, al igual que mi escritura, veo
pasar los días, vacía, desdichada por mi cruel existencia, angustiada, he
llorado leyendo tus libros y recordándote en fotografías. Pero no puedo
quejarme, porque la vida, aceptando mi llanto tal y como llega, me hace
recordar con cada lágrima la estrecha relación que existe entre tú y yo; sueño
con encontrarme contigo, ir al mar, y hacer el amor detrás de una gran roca con
sabor a mar, donde las sirenas nos envidien por nuestros calurosos actos de
afecto, ésta imagen es definitivamente la imagen de la felicidad. Esa sería la
única poesía que podría tatuar en tu cuerpo, para siempre; la expresión de mi
suceder anímico, que responde a una vida carente de cualquier manifestación del
tiempo, sería la descripción de una novela ortodoxa, casi infantil que
residiría en la suma de mis frustraciones, cuando todo se viste de miedo. No
habría entonces verso salvador, que prolongue el infinito y que acalle mi
dolor.
Quizás este exagerando, no lo sé, no sé hablar mejor de mi vida, y lo
sabes, sólo sé hablar bien de la literatura, a pesar de mi gran inexperiencia;
esta distancia, ha creado entre nosotros una nueva forma de comunicarnos, no sé
si tú te habías dado cuenta, pero se ha quebrantado el tiempo para encontrarnos
de manera diferente, no de cuerpo frente a frente, pero si hemos hablado con
nuestras almas, de una manera tan cercana, que ya no le temo a las sombras, y
eso ahora se llama: «valentía». Esta realidad me está disolviendo en pedazos,
al igual que lo hace el humo del cigarrillo con mi vigilia, siento una gran
vergüenza, está loca y torpe manía que no se aparta de mí, como lo diría
Benedetti, definitivamente necesito una tregua, quizás allí logre encontrarme a
mí misma, entera, sin que la distancia sea el motivo de mi desarraigo interior,
tanto llanto, tanta ausencia, tanto desazón está haciendo agonizar mi razón,
esto no es la vida que elegí vivir contigo, ahora todo se reduce a silencios
ensordecedores que se convierten en clavos que oprimen mi pecho, sé que las
sombras empezarán a dejar de existir cuando el afecto deje de alimentar nuestra
relación, y entonces quizás la muerte llegue y calle lo que alguna vez los dos
construimos. Dime, ¿Cuánto más debo esperarte? esta es una prueba suprema, que
consiste en apagar nuestros gritos, amarrar nuestros corazones e invocar a la
Luna, para que intente iluminar en la oscuridad, lo que queda de
nosotros.
Ya estoy en New York, al respaldo va la dirección.
Con Cariño, Manuela Zimmerman.
Euterpe ©
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Gracias por leerme :)