jueves, 10 de julio de 2014

CARTA Nº 24


Sara Herranz Illustration

Mis lecturas se han vuelto tan lentas, al igual que mi escritura, veo pasar los días, vacía, desdichada por mi cruel existencia, angustiada, he llorado leyendo tus libros y recordándote en fotografías. Pero no puedo quejarme, porque la vida, aceptando mi llanto tal y como llega, me hace recordar con cada lágrima la estrecha relación que existe entre tú y yo; sueño con encontrarme contigo, ir al mar, y hacer el amor detrás de una gran roca con sabor a mar, donde las sirenas nos envidien por nuestros calurosos actos de afecto, ésta imagen es definitivamente la imagen de la felicidad. Esa sería la única poesía que podría tatuar en tu cuerpo, para siempre; la expresión de mi suceder anímico, que responde a una vida carente de cualquier manifestación del tiempo, sería la descripción de una novela ortodoxa, casi infantil que residiría en la suma de mis frustraciones, cuando todo se viste de miedo. No habría entonces verso salvador, que prolongue el infinito y que acalle mi dolor.  
Quizás este exagerando, no lo sé, no sé hablar mejor de mi vida, y lo sabes, sólo sé hablar bien de la literatura, a pesar de mi gran inexperiencia; esta distancia, ha creado entre nosotros una nueva forma de comunicarnos, no sé si tú te habías dado cuenta, pero se ha quebrantado el tiempo para encontrarnos de manera diferente, no de cuerpo frente a frente, pero si hemos hablado con nuestras almas, de una manera tan cercana, que ya no le temo a las sombras, y eso ahora se llama: «valentía». Esta realidad me está disolviendo en pedazos, al igual que lo hace el humo del cigarrillo con mi vigilia, siento una gran vergüenza, está loca y torpe manía que no se aparta de mí, como lo diría Benedetti, definitivamente necesito una tregua, quizás allí logre encontrarme a mí misma, entera, sin que la distancia sea el motivo de mi desarraigo interior, tanto llanto, tanta ausencia, tanto desazón está haciendo agonizar mi razón, esto no es la vida que elegí vivir contigo, ahora todo se reduce a silencios ensordecedores que se convierten en clavos que oprimen mi pecho, sé que las sombras empezarán a dejar de existir cuando el afecto deje de alimentar nuestra relación, y entonces quizás la muerte llegue y calle lo que alguna vez los dos construimos. Dime, ¿Cuánto más debo esperarte? esta es una prueba suprema, que consiste en apagar nuestros gritos, amarrar nuestros corazones e invocar a la Luna, para que intente iluminar en la oscuridad, lo que queda de nosotros. 

Ya estoy en New York, al respaldo va la dirección.

Con Cariño, Manuela Zimmerman.

Euterpe © 

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