Tú que habitas el ocaso
cruento y ardiente de luz,
deshecha el amor ardiente
sobre la hamaca del silencio
como un diluvio de sombras
que a la distancia de un delirio
odioso hila maliciosas ideas
bajo la pedrería de silvestres
nardos rosados que sollozan
en el paisaje donde pájaros y
estrellas expanden la llanura
de un destino que irrumpe las
tristes lágrimas. Y en la sonata
nupcial, la elocuencia sutil del
olvido, rasga los lienzos apretados
de una melancolía sofocante para
alcanzar la insondable alegría que
ella anhela. La pizarra de sonrisas
inquietantes apacienta la leve
estatua de la vida, que rebosa
sin aurora por el remanso de
sus labios. El cielo llora y el
abismo en su agonía siente la
alegría llena de morfina, donde
se esconde la primavera de su
deseo exótico, desprovista de hojas,
luminosa, firme, amante de
suspiros y pétalos nevados.
El ensueño destila el aire de la
mañana, donde de un péndulo
cuelga, su leve destino.
Euterpe ©
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