Sientes que vas cayendo sobre un
abismo, una mano ibérica intenta sostenerte como una península que se haya mar
adentro. Respiras sobre un espacio en blanco de donde han surgido esos
problemas graves de identidad personal, mientras intentas ponerle un nombre a
eso que sientes; a eso que acontece y que innecesariamente existe; pero de los errores
nacen las certezas, especialmente cuando crees que los hombres son animales
insondables, o que no desean ser consolados. Pero ha de sembrarse la esperanza
en esa respiración diafragmática que se encuentra de vestigios antiguos,
propios de la irritación, en un mundo que es una comedia de engaños. No
obstante, cuando de cambiar la vida me refiero, tomamos impulso mientras
vacilamos, nos movemos en los carriles del tiempo y de los recuerdos, y entre remolinos
atravesamos los campos, como si viviéramos en una tierra de tifones; pero solo
las personas sensibles son aquellas que son capaces de ponernos la mano como un
llano horizonte, para aprender a reconocer las cosas, al fin y al cabo nadie
puede escapar de su destino.
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