Extraerse en el cántico de un pájaro, en el desvío de un
mundo de marineros de espuma, en la exactitud de una conciencia que reposa en
los años de sosiego mientras empieza a sentirse a sí mismo extrayendo la imagen
desaparecida como una fórmula de felicidad y plenitud, y así no llegar a
perdernos; sostenernos con el aleteo del tiempo y la felicidad como
compensación de la realidad, desde una contemplación estructurada, humilde,
silenciosa, frágil, eterna…pero, en la intimidad del silencio, una palabra
espabilará el aire del mediodía, desde una panorámica lírica que divagará en
los ojos tristes de quien con sensibilidad responda al destino ávido,
renunciando a la serena soledad gramatical que se haya en el anhelo humedecido,
enhebrando en el amanecer del mundo la cúspide de una oración.
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