lunes, 4 de mayo de 2015

FRAGMENTO # 58 (MEMORIAS DE LA TRIBULACIÓN)




Contar historias, como cuando prendes un cigarrillo y el humo sale de tu boca o de tus fosas nasales tan lentamente que ves cómo esta empieza a diluirse por el aire, primero gris oscuro hasta terminar en un color que tus ojos no pueden percibir, y entonces empiezan a correr las historias a través de ese vaho tuyo de donde salió el humo del cigarrillo, prendes otro, y las historias continúan contándose como si fuesen historias eternas, de esas que no se acaban, que no tienen fin con la vida, que recorren el mundo porque no hay mejor aventura que la del viento de remolinos que hacen que tus historias se vuelvan mitológicas. Y quizás, tú no puedas recorrer el mundo, pero el aire se encargará de recorrer los 360º del mundo para volver a ti y calar en tus pulmones, aun sosteniendo un cigarrillo sobre tus manos. Las historias giran porque siempre están vivas aunque su dueño haya muerto, porque respiran aunque a ti te falte el aire, porque quieren ser vistas, quieren que otros también las vivan, porque las historias tienen latidos y cada diástole y cada sístole podría ser una prosa heroica en la que cualquier humano podría ser el protagonista de su propia historia.
Y si no fumas, no importa. Cuando los remolinos del viento y de aire canalizado recorran el mundo, para entrar por tus fosas como pequeños pensamientos y sentimientos, harán de tu existencia un cuento, no al estilo Poe o algo parecido, sino al estilo Cortázar, que te den instrucciones con el fin de que las historias se localicen justo en el centro de tu corazón. 
Carlotta de Borbonet ©  

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