Corren por la
campiña la engañosa vida, en el que aún viven las memorias victoriosas entre
tumbas esparcidas donde el dolor tiñe de sangre al mundo, mientras se agitan
sin reposo las playas donde las aguas del mar Atlántico rebosan ciegas de
abandono. Empero las olas y el aire luchan condenadas ante la precipitación del
pulso de los que viven en tierra firme, aun cuando la oscura noche invita al
descanso de aquellos que se sienten vencidos por la fatiga; bastara luchar en
contra de esos corazones cobardes que incapaces de acudir al auxilio de almas
generosas, se internan en caminos profundos y salvajes. No ha de acabarse la
esperanza y ha de detenerse el temor que desnuda se encargará de cambiar el
color las letras de los poetas que han de llegar por otros caminos, por otros
puertos… signo de la victoria donde no ha de albergar el dolor, ni los gritos
desgarradores que se interponen en la ponzoña cuando se es desgraciado. ¡Cuán
desdeñable es la felicidad que tan afanosamente es buscada por los hombres!
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